Parte 28

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Cuando las aguas se calmaron un poco, la mirada de la chica guapa y desconocida se dirige hacia mí, con curiosidad y confusión. Intercala miradas sobre mi cuerpo y sobre el de Bryce que todavía sigue inclinado.

—¿Quién eres? —pregunta.

—Soy Hillary, amiga de Bryce —respondo con los nervios a flor de piel. Ella mueve su cabeza, mirando al joven que levantó la mirada al oírme.

Suspira— No te quedes ahí parada, ven y siéntate —me dice la desconocida. Sonrío apena, yendo a sentarme al lado del único que distingo y que se debe de decir que es amigo.

» Soy Tulim, mucho gusto —extiende su mano y yo la estrecho—. Me alegra que lo hayas acompañado. Supongo que hiciste caso omiso a sus negaciones, ¿verdad? —asiento, dándome cuenta que ella lo conoce mucho más.

—Ella es una vieja amiga —dice el único hombre—. Es como una prima, porque hermana no la deseo —bromea a pesar de la situación. Ella le da un puño en el brazo, ofendida.

Un silencio se cola en medio de los tres; yo suspiro bajito para luego hablar.

—¿Es bastante grave? —con mis ojos señalo la puerta frente a nosotros. Los dos bajan la mirada al mismo tiempo, donde un aura de tristeza los envuelve, de nuevo—. Lo siento, no era mi intención ser tan imprudente.

La otra chica mueve su mano— Sí. Un accidente —subo las cejas, imaginándome lo grave que debería de haber sucedido. Bajo la mirada, teniendo un flashback de una situación igual que sucedió en mi familia.

—Lo siento —susurro sin pensar. Ambos voltean a verme y, al sentirlo, giro mi rostro a la dirección donde se encuentran.

—No lo digas así que todavía no se ha muerto —Tulim reprocha. Y yo aprieto los labios, avergonzada pero a la misma vez confundida. ¿Cómo que todavía no? ¿Acaso piensan que se morirá definitivamente? ¿Tan grave es el asunto?

—Saldrá bien, tenlo por seguro —hablo, tratando de darles ánimo y que no piensen que la muerte les arrebatará un ser querido. Pero lo que pasa es que los dos suspiran con pena, negando con la cabeza.

—No lo sabes, y no sucederá —Tulim se levanta de la silla que se había sentado —. Iré al baño —anuncia antes de irse.

Ahora me siento más culpable. En vez de ayudar, al parecer le estoy echando sal a la herida. Suspiro y llevo mi cabeza hacia mis manos, escondiéndola con mi cabello. Qué desastre.

—No te sientas culpable —al parecer alguien sabe captar los sentimientos de otros—; sé que intentaste animarnos y te lo agradezco...

—Pero —digo lo que sé que viene a continuación.

—Pero ella tiene razón —aprieto los dientes y cierro los ojos—. La que está allí dentro tiene una enfermedad mortal, una que la ha estado consumiendo algunos años atrás; no tiene fuerzas ni las defensas altas como para que salga de esto. Al contrario, el accidente prácticamente es la puerta hacia la vida eterna —siento su mano posarse en mi hombro—. Aunque el accidente no haya sido grave, su situación es la que lo empeoró.

Insinúo que ha de ser el cáncer, es lo primero que se me viene a la mente como una enfermedad mortal a pesar de que haya otras más.

Suspiro y levanto la cabeza, mirándolo — Lo siento —Bryce sonríe un poco, tomando aire hondo y ver hacia la puerta.

—Si despierta después de esto, es porque es un milagro, tal vez una oportunidad de despedirse de sus seres queridos por completo.

Muerdo mi labio, a sabiendas que me quiere decir que tal enfermedad está avanzada y que no pueden hacer nada, solo esperar el día en que parta al cielo.

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora