Parte 4

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Con el corazón en la mano, daba pasos casi dubitativos hacia donde se encontraba Bryce sentado junto a Milton.

Milton todos estos días me ha dado confianza y, por su forma de ser, me siento cómoda a su lado. Por esa razón, no me da miedo ni vergüenza acercarme a él si Milton está ahí.

Apreté la lata que tengo en mano, nerviosa.

Estando a tan solo unos pares de pasos, la lata se me cae por culpa del pequeño muro que no vi, casi caigo de bruces al piso, pero menos mal que fue lo que tenía en la mano; haciendo un fuerte sonido por golpear el suelo.

Ambos amigos que no sabían de mi presencia, se sobresaltaron al escuchar el sonido tras sus espaldas. Milton, quien es el más dramático, se levantó con un grito de niña.

No aguanté la carcajada y reí, Bryce, su amigo, comenzó a burlarse de su grito afeminado.

—¡Te dije que eras una niña! ¡Y tu grito te ha delatado! —Milton lo miró fulminante y a mí también por haberle asustado.

—Te encanta burlarte de mí, ¿no? —me lo dijo directamente, reclamando —. Tú y Bryce son iguales. ¿Qué he hecho para que se burlen de mí? ¡Es el karma!

»Y no soy una niña —refunfuñó, sentándose de nuevo pero con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Entonces eres marica —volvió su amigo a molestarlo. Milton, con su mejor cara de culo que pudo actuar, lo vio. Bryce aumentó la risa. Ya la mía cesaba.

» Por cierto... Hola, puntual.

Subí mis cejas. No tenía en mente que Bryce me formulara un apodo, no me desagradó. Sonreí —Hola, despreocupado —él sonrío burlón. Milton por el contrario, nos miraba con el ceño fruncido, sin entender nada.

—Oigan. Sigo aquí, por si se les habían olvidado —volví a mirarle—. Y... qué onda con esos apodos, muy originales, eh —si no supiera identificar cuando alguien hablaba con sarcasmo, hubiese creído que hablaba en serio. Le sonreí orgullosa. El moreno rodó los ojos.

» Pero todo bien, corredora. Vení, siéntate —abrió espacio entre él y su amigo, pidiéndome que me siente en medio de los dos. Oh, Dios mío. Se me va ir el alma de mi cuerpo.

Pasé mi pierna sobre la banca y luego la otra, para sentarme. Puse mi mochila sobre mi regazo y la pegué a mi pecho. Okey, estar en medio de dos hombres -que son guapos los dos-, me pone los pelos de punta; y más cuando a mi costado está uno que me hace elevar y embobar tan solo mirarlo.

Siento mi cuerpo tenso y trato al máximo calmarlo con la respiración que Valentina me enseñó para los nervios.

Milton empezó a hablar como loro hambriento, y yo solo trataba de calmar el caos que estaba en mí. Por otro lado, Bryce siempre tenía una sonrisa en su rostro y opinaba en el monólogo de su amigo, haciéndome reír por sus comentarios que hacían que el moreno se enojara o bufara.

—Qué me dices, corredora, ¿sí o no? —lo miro, confundida. Vaya, estaba tan ida que ni le presté atención a lo que decía — Di sí o no.

Miré a Bryce en busca de ayuda, pero él estaba mirando al frente, con un gesto que no pude identificar, asimismo, su cuerpo estaba algo tenso. ¿Qué pasó? ¿Qué me perdí? Maldito mi falta de atención.

—No te presté atención, perdón. ¿Puedes repetirlo?

—No puedo, solo di sí o no.

—Milton, no sé cuál es la pregunta. ¿Cómo daré una respuesta?

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora