Parte 2

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Tragué saliva, nerviosa. Frente a mí, a una distancia de dos personas estaba él.

Eri y Valentina iban a mi lado, yo en el medio como casi siempre -no sé ni porqué estoy en este puesto-. Un poco desesperada, me moví hacia el lado derecho de Valen, quien la rubia se percató y unió los lazos, sabiendo por qué me había cambiado de lugar así de repente.

Noté de reojo como había sonreído, y eso me dio mala espina. Esas sonrisas que la rubia da, es porque alguna travesura va hacer. Dios mío, ¿qué castigo me darás por medio de ella?

Cerré mis ojos a esperar con qué me saldría la peli-pintada.

Suspiré.

—Oh ¡Cuidado! —soltó empujándome tan fuerte que apreté los ojos con fuerza y tensé la mandíbula, que incluso, mis dedos se hicieron puño. Choqué con un cuerpo, eso lo supe de una vez. Éste amortiguó un poco el golpe gracias a sus manos que se posaron en mis antebrazos.

Abrí mis ojos y lo primero que vi fue ese collar plateado. Mis fosas nasales transpiraron esa loción que me encanta. Subí mis ojos -que a mi parecer fue en cámara lenta, tan lenta como el caminar de un caracol adormilado- hasta encontrarme con su barbilla, sus labios medio abiertos por la impresión, su nariz perfilada y sus ojos, un poco más abiertos de lo usual.

Tragué saliva en reversa.

—¡¿Eri para qué me empujas?! —refunfuñó la rubia llevándose a nuestra a amiga casi a rastras y dejándome sola con él

Me separé de su cuerpo como si este fuese un carbón a fuego vivo, un fuego que me encantaría quemarme —Ah, p-perdón. No...—aclaré mi garganta... ¡Nada de balbuceos! —Valen... ella...—no sabía qué decirle para explicarle esa ridiculez.

«Valentina Miller, esto es muy cliché de tu parte, demasiado para ser cierto».

Bryce rio— Vaya, creo que tu buena suerte siempre termina topándose conmigo —lamí mis labios y sonreí con estos mismo cerrados. Mis párpados se juntaron por unos milisegundos para suspirar profundo.

Claro, hace un día y medio más o menos, me tropecé y caí de bruces al césped, precisamente él pasando. Maldita piedra que me hizo caer. Cuando sentí que Bryce me había dado la espalda, agarré la piedra y la tiré contra un muro, con fuerza; airada por la vergüenza que me hizo pasar.

—Creo que es para que creas que la suerte existe. Que hasta el punto de demostrarlo frente a otras personas —le seguí su juego, sonriendo de lado.

Soltó una risa nasal —Ahora comprendo. Interesante —ladeó su cabeza mínimamente a su derecha, aún sin despegar su mirada de mí.

—¿Verdad que sí? Ya era hora que se supiera —este juego sarcástico es bastante bueno, ¡me encanta! —Tus amigos... ¿no están? —Quise cambiar de tema y seguir conversando con él por un rato más. No obstante, sentía mis piernas flaquear por los nervios pero no lo demostraba, aunque para ser sincera, el pecho lo sentía pesado por la falta de respirar bien.

—Sí, andan por ahí —miró alrededor

—Oh. Te dejaron solo, qué pesar —hice un puchero, burlona. El negó con su cabeza aún con la linda sonrisa plantada en su rostro.

—No es raro en ellos. Pero luego vienen al rescate al percatarse de que no estoy— mira hacia un lado. Le seguí la mirada. Había un motón de estudiantes caminando de un lado a otro y por ningún lado vi a sus amigos.

—Que despistados.

—Son un desastre —reí con él, porque... ¡¿Por qué no?! ¡Su risa es contagiosa!

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora