Parte 11

26 9 2
                                    

Mi bipolaridad estaba al borde, logrando que todos mis sentimientos se intercalen, y todo gracias al periodo menstrual.

¡¿Por qué carajos nos tiene que bajar sangre acompañado con cólicos?! Uhg.

Eri y Valen hablaban entre ellas mientras yo me quejaba internamente sobre ese dolor punzante en mi abdomen bajo mientras camino.

—Necesito sentarme, maldita sea. Este puto dolor me está matando, joder. —mis dos amigas suspiran. Ajá. Ya están acostumbradas a mis malas palabras en estos días.

Al llegar al árbol, nos encontramos a una parejita melosa besándose en nuestro lugar de descanso.

Ganas de llorar me invaden al ver su romance, pero me enojo al saber que yo no estoy así con alguien. Gruño. Y antes de nos fuéramos, hablo después de Valentina oírla suspirar.

—¡Paguen un puto hotel, y lárguense de aquí! —ambos desconocidos se sobresaltan. El chico mirándome enojado mientras la joven agachaba la mirada, avergonzada. Y antes de que él hablase me le acerco, muy amenazante—. He dicho que se vayan. ¿Acaso no entienden el puto español? Si tanto se desean besar y follarse, vayan a un hotel. ¡Ahora largo que no tengo paciencia, joder! —al ver que no se movían, exploté. Diciéndoles miles de groserías que hay y por haber hasta lograr que se fueran de nuestro lugar.

Suspiro y me dejo caer, rendida. Y ahora llegan las lágrimas.

» ¿Por qué veo a muchos tener un romance bonito? Yo quiero uno —lloriqueo. Mis dos mejores amigas suspiran por milésima vez en el día.

—Pues sigue avanzando con Bryce...

—¡Eso intento! No sé cómo ser más coqueta, ¡me odio! —chilló enojada. Pero luego me levanto, ahora animada—. Aunque... hemos quedado hoy. Eso quiere decir que estoy avanzado, ¿no?

—Controla esos cambios de humor, cariño. Podrías asustar al pobre chico —Eri murmura.

—¡No tengo la culpa que estas malditas hormonas se disparen cuando me llega el malparido periodo! Tú no entiendes porque no te sucede —farfullo molesta—. Quiero tener tu cuerpo en ese sentido —chillo.

Ambas amigas mías no saben si llorar, reír o enojarse conmigo por los cambios de humor tan repentinos que tengo. Valentina cuando le llega la menstruación, se queda un día entero en cama, llorando y maldiciendo por los cólicos fuertes que le llegan. Eri es más calmada, no tiene cólicos ni los cambios de humor, como a mí. ¿Cómo carajos puede ser?

—Milton me pidió que te dijera que: no lo ignores y acepte lo que te pidió —le dirigí la palabra a Vale. Quien ella me miró, luego frunció el ceño y maldijo.

—¿Qué cosa? —la pelicorta pregunta, curiosa mientras destapa un paquete de patatas; saca un par y extiende el paquete a mi dirección, yo, gustosa, meto la mano y saco varias.

—No es nada. Es un tonto irritante.

—Uhm. Yo digo que está loquito por ti —murmuro divertida, poniéndole un gesto coqueto. Ella bufa.

—Si tanto te insiste en algo, es por algo, ¿no? De igual, Milton no está mal —Eri le habla después de masticar.

—¡No es eso! Y él no me gusta ni me llama la atención.

—Pero tú a él sí —suelto una risilla a la par que meto dos patatas a la boca.

—Pero... ¿Por qué no te gusta? Es guapo.

—Eri, Hillary, si las escucho de nuevo hablar de ese idiota, les pegaré. Tengan en cuenta y memoricen: Milton. No. Me. Gusta.

Está a la defensiva, como si quisiese convencerse de que lo que dice es verdad. Y la comprendo, porque yo fui así cuando comencé a sentir cosas por Bryce, hasta que al final, los acepté.

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora