Parte 38

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A pesar del ruido de alrededor en las demás mesas. Me sentía como si estuviéramos él y yo en ese comedor. Ambos mirándonos mutuamente directo a los ojos, analizando las palabras que salieron de mi boca.

Me sentí jodidamente alterada, con el corazón palpitando sobre mis orejas. Tragué saliva, diciéndome tonta por haber dicho aquello frente a nuestros amigos. Nerviosa, sonreí apretando mis labios.

Los amigos de él y las mías se callaron, expectante a la respuesta del chico que seguía en silencio, viéndome. No sé si era solamente yo por los nervios, sentí la atmósfera muy tensa, a tal punto que con un pequeño alfiler se podía cortarla. Tragué grueso mi saliva, pues mi garganta se había apretado.

De reojo pude ver a Milton mover sus labios, mas no leí ni escuché mucho menos lo que dijo. Bryce sonrió, cosa que mi corazón casi le da algo.

—Sería un honor —fue lo que dijo y lo que provocó que nuestra mesa se llenase de risas, aplausos y silbidos de celebración. Mi perplejidad no cabía dentro de mi cuerpo, cosa que solo me quedaba anonadada viendo su sonrisa ancha, mostrando sus hermosos hoyuelos y un poco de sus dientes delanteros. Un brillo en sus ojos llamó mi atención; mas sin embargo, dentro de mí a pesar de estar regocijando, me decía que solamente me siguió el juego de la broma.

Porque mi parte pesimista me decía siempre que yo nunca le gustaría de tal forma a aquel jovencito sentado diagonal a mí.

Todo ese barbullo llamó la atención de todos en la cafetería, pero a ninguno de le dio importancia.

—¿Y la cita para cuándo? —fue la voz de Valentina que sobre salió de todo el ruido provocado.

—¿El sábado? —preguntó mi crush, directamente hacia mí. De nuevo, todos volvieron a quedar en silencio, esperando mi respuesta. Uy. Asentí con un movimiento de cabeza, pues, no era capaz de pronunciar palabra tras el manojo de alteración que tengo corriendo en mis venas.

Otra bullaranga fue concedida en esa mesa. Dios, dame fuerza para no desvanecerme aquí que mi corazón no aguanta tanto.

Y como obra del santísimo, mi reloj comenzó a vibrar, anunciando mi próxima hora de clase que está a punto de comenzar. Tragando saliva no sé cuántas veces ya, me levanto.

—Perdón. Tengo una clase ahora mismo —me levanto. Un abucheo se escuchó; ahora, me sentí un poco humillada y no sé por qué. Ese abucheo jamás pudo gustarme y ser yo a la que se lo dedican, más.

—Venga, ya. Déjala que se vaya que no le gusta llegar tarde, es muy puntual —Bryce habla, muy natural. Claro, porque todo este bromeo no le afecta tanto como a mí.

Sonrío de labios pegados, un poco avergonzada. Me despido de los demás para luego ir a paso rápido a refugiarme en mi salón de clase.

Durante todo el día y los siguientes siempre me mantuve recordando ese momento en que le pedí que fuese mi novio y en su clara respuesta.

Mis dos mitades se debatían si realmente su respuesta fue real o siguiendo mi juego; porque, para ser sincera, esas palabras que dije, salieron de mi profundo corazón, deseando que fuese real; mis esperanzas en su respuesta positiva plantadas en la espera de su respuesta que para mí tardaron largas horas cuando en realidad fueron unos segundos. Ojalá y fuese real.

«Pero solo es un juego que solamente él quiso seguir la cuerda. »

....

Sábado llegó como si este día hubiese esperado ese momento. Mi aparato bombeador de sangre está a punto de explotar por hacer su trabajo el quíntuple de lo normal. Me sentía mareada y con ganas de vomitar por la presión del saber qué significaba ese día.

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⏰ Última actualización: May 08 ⏰

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