Parte 34

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El viernes por la tarde, cuando nos pudimos encontrar en la universidad, le avisé que apartase el fin de semana de la otra semana que viene, pues mi padre lo invitó a su fiesta de cumpleaños y, que también, mi madre tenía que verlo sí o sí. Le expliqué la razón, logrando así que este se ríera. Yo, un poco apenada, bajé la cabeza.

—Veré a ver si puedo.

—Ay, ojalá y que sí. Si no vas, mi madre puede castigarme —sé que exageré, pero no tuve de otra.

Bryce sonríe, centrándose en terminar de comer el emparedado que tiene en mano. Yo, en cambio, reviso un par de mensajes que llegaron; la gran mayoría siendo del grupo de mis compañeros sobre el plan de debate que tenemos. Suspiro, enviando algunas opciones, ya verá ellos si las aceptan o no.

Al poco tiempo, llegan el resto de chicos a sentarse a nuestro lado. Milton al costado de su mejor amigo, Pol, muy educado, a mi lado y Taniel se sienta en el césped frente a nosotros, con una sonrisa coqueta.

—¿Qué haces tanto en el móvil? —pregunta el chico frente a mí.

—Discutiendo con mis compañeros por no elegir un tema específico para un debate —contesto, apagando la pantalla de mi celular. El pelicastaño sonríe, negando con su cabeza.

—Odio los debates —habla Milton al otro lado de la banca. Lo volteo a ver, pasando por alto unos segundos las mejillas infladas, llenas del emparedado del chico a mi lado que sigue masticando.

—¿A quién le gusta los debates? Pff.

—A mí —respondo con una sonrisilla inocente. Logrando que los cuatro pares de ojos me observasen como si otra cabeza me hubiese salido. ¿Por qué tan sorprendidos? Me encogí en mi asiento, un poquitín incómoda.

Al rato, comenzaron a hablar entre ellos sobre lo rara que era; yo, en vez de estar avergonzada, me divertía muchísimo al oír sus conclusiones erradas. Hasta reí de los tontas que eran algunas.

Y así pasó el tiempo hasta que me tuve que ir porque tenía clase dentro de diez minutos. Bryce me acompañó, pues necesitaba ir al baño.

Al estar fuera del campo de mirada de sus amigos y, que el pasillo estuviese ligeramente solo, sentí los fuertes brazos de Harmon rodearme. Mi anatomía se tensó por completo, pues me tomó totalmente desprevenida tal gesto. Antes de que el joven se arrepintiese, le correspondo, dándole pequeñas caricias en su espalda.

Bryce suelta un suspiro mientras me apretaba más a su figura. Al cabo de un rato, se separa de mí un par de centímetros. Tanto él como yo nos vemos mutuamente a los ojos. El castaño de sus ojos me envuelven como la brisa de una mañana en primavera, sus pecas casi invisibles decorando el puente de su nariz y pómulos. Aprieto mis dedos mentalmente, aguantándome las ganas de pasarlos por su facial masculina. Mi visión va recorriendo su rostro por ¿tercera vez? No recuerdo. Y antes de quedarme viendo sus labios como una tonta, veo ligeramente que estos mismos se acercan y chocan con mi frente. Incendiando inmediatamente mi rostro de un color escarlata.

Mi cara llena de sorpresa le hace gracia al carefree que sonríe como un niño al hacer su travesura.

—Es justo que también haga lo mismo, ¿no? —trago saliva, recordando la noche pasada. Donde, yo, con cariño le di aquel abrazo reconfortante y, por inercia, un besito en la frente —Nos vemos luego. Ahora vete a clase que odias llegar tarde —se aleja por completo, guiñando un ojo para luego darme la espalda y entrar al baño que no estaba tan lejos de donde estábamos.

Nerviosa hasta la médula, camino hacia el salón de clase. Mi corazón está que se sale de mi pecho y ser capaz de correr una maratón; mis piernas se sienten casi flojas y mi cara sentirla arder como si tuviese fuego.

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora