Parte 8

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A lo largo de esta semana he estado con Bryce la mayoría del tiempo, invitándolo a salir -no en forma de cita- o simplemente estando a su lado; Milton y algún que otro amigo suyo de su grupito también se unía. Pero como tal, Harmon no pasaba solo durante el día.

Acostada en mi cama boca abajo, apoyada con los antebrazos sobre el colchón, presionaba con las yemas de mis dedos las teclas de mi portátil; terminando de realizar mi proyecto.

Las dos de la mañana se muestra en la pantalla, y al terminar de escribir la última palabra; guardo el archivo y apago la laptop, lista para irme a dormir.

Maldigo por lo bajo al recordar que en pocas horas, tengo clase temprano en la mañana, por ser martes.

No duro mucho en caer rendida y despertar al día siguiente por el escandaloso sonido de mi alarma

-¡Hillary, apaga esa mierda! -grita Valentina desde su cama; tapándose la cara y oídos con la almohada.

Suspiro y presiono el botón para apagarla. Desconecto el cargador al ver como el hermoso 100% estaba sobre la mini imagen de la batería en la pantalla de mi móvil.

Levantándome de la cama después de mirar fijamente una chancla en el piso, me dirijo a paso perezoso hacia el cuarto de baño.

El agua tibia cae sobre mi espalda, logrando que mi cuerpo se relaje y me haga suspirar por la sensación. Al salir, voy directo al closet y saco un conjunto sencillo.

Un vaquero negro tiro alto y un crop top azul cielo. Al ponerme las zapatillas, noto que la hora en el reloj ha avanzado tanto y entro en pánico.

Casi siempre he tenido la manía de relajarme con el tiempo, sabiendo que éste corre como gacela y no se hace esperar. Corrí hacia mi mochila, la cuelgo sobre mis hombros mientras doy saltos hacia donde están las llaves, porque todavía brego a que el zapato izquierdo entre en el pie.

No me queda tiempo siquiera de sacar un par de billetes de mi cartera porque voy tarde a clases.

Cierro la puerta detrás de mí; corro escalera abajo y troto el pequeño recorrido hasta la entrada de la facultad. Jamás he hecho ejercicio tan temprano en la mañana, siento que me asfixio. A paso rápido llego al salón y me dejo caer rendida.

Tengo tantísimo sueño que esta vez no podré siquiera abrir los ojos.

Llegué unos minutos antes -gracias al cielo- y pude dormir solo unos minutitos que me parecieron segundos, cuando alguien tocó mi brazo repetidamente.

Volteo mi cara a la dirección donde cada rato me mueven. Ahí, veo un vaso de café y la persona a su lado. Abro mis ojos mucho más de lo normal y me reincorporo demasiado rápido, como si la mesa me quemase la cara.

Me quedo sin habla al verle sonreír.

—Todos los martes duermes aquí. ¿Acaso nunca duermes un lunes por la noche?

¿Cómo sabe que yo duermo los martes y más en ésta clase?

Él ríe al ver mi cara contraída de sorpresa e incredulidad.

—¿Qué... tú.. cómo... ?

—Me hiere saber que no te has dado cuenta que he sido compañero tuyo en esta clase —siento que mis ojos se van a salir de la órbita y mi quijada chocar con el suelo

—¡¿Somos compañeros?!

Él asiente con una sonrisa burlona y me extiende el vaso con café.

—Bebe, porque veo que lo necesitas urgente. No sé qué sabor te gusta, así que traje uno normal no tan cargado —mi cara arde.

100 días para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora