Casi 5 años antes

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Sabía que había sido una mala idea aceptar salir con Gabriel. Él era cuatro años mayor que yo, pero su perspectiva sobre la vida era diferente. Yo no deseaba ese descontrol y andar de mujer a mujer. Lo que buscaba era construir algo sólido y tener una familia unida; ser el padre que yo no tuve. Eso era lo que podía tener con Laura. No me importaba que me hubiese pedido un tiempo y se hubiera ido de esa forma con su abuela. Yo podía ser paciente por ella.

Pero Gabriel no entendía ese nivel de compromiso. Esos años juntos, los recuerdos y el sentimiento, no se esfumaba de un momento a otro. Era una prueba lo que Laura estaba haciendo conmigo. Lo intuía y esperaría para reafirmar que lo nuestro era serio.

-Este no es el bar que dijiste -señalé.

Sin embargo, de todas formas, se estacionó y apagó el auto, ignorándome.

-No entraré a ese lugar -agregué.

Tenía un enorme aviso de neón de la silueta de una mujer en un tubo de pole dance. Era obvio que allí no habría solo alcohol, sino también bailarinas y otros tipos de servicios. No me interesaba. No era un animal. Y no podía darle razones a Laura para dejarme.

-No seas aburrido -se quejó mi hermano-. ¿En serio crees que Laura se la pasa todo el día estudiando? Está en la universidad, en otra ciudad, y lejos de sus padres y de ti. Ah, y te pidió tiempo. En cualquier momento te bota.

Sus palabras eran hirientes y necesité respirar hondo para no replicar. Sabía que quería hacerme dudar de Laura y envolverme en su juego. Sus amigos seguro le cancelaron y yo quedé como única opción para secundar su comportamiento.

-Si no nos vamos, entonces pediré un taxi y dejaré que te diviertas solo -indiqué desabrochándome el cinturón.

-Vi a Miriam hoy. Va a ser mamá -soltó sin mirarme-. Lucía hermosa incluso con esa enorme barriga.

Su ex. La única novia que le había conocido y la que precedió la vida de excesos de mi hermano. Conocer ese evento me ayudó a entender por qué se arriesgó a llevarme allí si sabía que me molestaría. Quería sacársela de la cabeza.

-¿Y hablaron? -pregunté.

-El amor es una mierda y quiero que lo aprendas para que no te rompan el corazón. Eres demasiado bueno -fue lo que respondió.

No tenía sentido intentar que se abriera conmigo. Iba a continuar enfocándose en mí y en por qué era tonto serle leal a Laura cuando se había ido de esa manera. No obstante, era mi hermano; el mismo que me cuidó cuando mamá tenía que trabajar y me defendió de los brabucones del colegio.

Gabriel necesitaba que estuviera en ese lugar con él. Quería recordarse que había más después de Miriam, aunque fuese una vacía ilusión pasajera su refugio.

-Está bien -cedí-. Entraré y me tomaré unas cervezas mientras tú... haces lo que quieras hacer. Sin fotos y sin insistirme en hacer cualquier otra cosa.

Mi hermano asintió sin borrar esa expresión de abatido. Como si de verdad fuera a creerle que se sentía culpable por haberme llevado. No era la primera vez que pretendía hacerlo, solo que, a diferencia de las anteriores, estaba el factor Miriam. Suficiente desencadenante para dar mi brazo a torcer por una vez.

Suspiré y salí del vehículo, antes de arrepentirme y luego considerarme un mal hermano. Gabriel no tardó en hacer lo mismo, ya con una sonrisa en los labios y una mirada emocionada. Cuando me tuvo cerca, colocó el brazo alrededor de mis hombros.

-Gracias.

-Ajá, recuerda no hacer planes para el domingo porque es día de las madres -dije.

Ingresamos al local de poca luz y excesivo olor a cigarrillo. Una de las muchas leyes que debían incumplir. Distintos niveles, mesas repletas y una línea de sillones rodeando la pasarela que sobresalía del escenario. Hombres babeando por mujeres casi desnudas a las que únicamente veían como objetos. Definitivamente la definición del sitio en el que no debía estar.

Ataduras del Pasado [COMPLETA] | A Destiempo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora