Capítulo 15 | Preocupación

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PREOCUPACIÓN

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PREOCUPACIÓN

Me estaba costando empujar el peso de la máquina. A pesar de tratarse de los mismos kilos y de la misma cantidad de repeticiones de la semana anterior, se me estaba dificultando terminar el ejercicio. Todavía no llevaba ni la mitad y mis piernas temblaban.

Con miedo a que mis extremidades fallaran, hice el último esfuerzo y coloqué los seguros. Después puse mis pies en el suelo y relajé los músculos. Eché mi cabeza hacia atrás y me permití cerrar los ojos por unos instantes. Las luces parecían más brillantes de lo normal. Mi estómago estaba revuelto.

—¿Está bien? Has bajado el rendimiento, Laura. El lunes de la semana pasada podías sin problemas con este peso, pero finalizando noté que te costaba, y hoy empeoró —dijo Braulio apoyado de la máquina y observándome desde arriba—. ¿Desayunaste?

Sí lo había hecho, pero fue un par de huevos cocidos. Mi acidez estaba empeorando y apenas podía soportar cierta cantidad de alimentos. Sabía que era debido a la dieta, sin embargo, solo debía soportar una o dos semanas más. Valía la pena el esfuerzo con tal de lucir espectacular cuando me probara el vestido. Ya podía sentir ropa menos ajustada.

—Sí comí. Deben ser los cambios de hábitos alimenticios que estoy haciendo. No te preocupes —respondí sin ganas de dar demasiadas explicaciones. Me sequé el sudor del rostro con la toalla.

Tenía suficiente con Roberto casi descubriéndome envasando el almuerzo que le regalé a los vecinos. Los días de semana no tenía inconvenientes con simular que sí estaba comiendo con normalidad, pero los fines de semana se me complicaba. Yo era consciente de que lo que hacía no era lo mejor y que Roberto no lo aprobaría. No necesitaba escucharlo, solo debía tener paciencia.

—¿Qué estás comiendo? ¿Fuiste a un nutricionista? No me digas que es la misma dieta que Azucena...

—¡Joven! ¿Se encuentra bien? —exclamó un hombre.

Ambos desviamos nuestra atención para ver qué ocurría. Mi amiga estaba apoyada del hombre para evitar caerse y no lucía nada bien. Su botella de agua había acabado en el suelo y se sujetaba la cabeza con la mano.

Braulio se apresuró a ir hacia ella para auxiliarla. Yo me olvidé a mi propio malestar y me puse de pie de prisa.

Fue una mala idea. Todo me dio vueltas y mis rodillas terminaron impactando contra el suelo. Tuve que sostenerme de mis manos para no caer hacia adelante y golpearme la frente. Mi cabello amarrado caía por uno de mis hombros y su escaso peso amenazaba con hacerme derrumbar hacia un costado. La cabeza me palpitaba. Mis dedos estaban borrosos.

—¿Qué pasa, Laura?

Era Christian. Podía sentir sus manos en mis hombros, pero yo no era capaz de girar el cuello para mirarlo.

Ataduras del Pasado [COMPLETA] | A Destiempo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora