Capítulo 21 | Amigos

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AMIGOS

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AMIGOS

Decidí llamar a Azucena. Christian no era el único al que podía acudir y era mejor no repetir lo de la mañana. Como había dicho mi abuela, era mi decisión y no planeaba hacer algo que decepcionara a las personas que quería. No estaba preparada para afrontarlo.

Al escuchar la bocina del auto, me despedí de mi abuela y quedé en volver. En el exterior, me detuve a mitad de camino en el jardín al reconocer el vehículo alquilado por Christian y al verlo a él como conductor.

Maldije. Si Azucena me hubiese dicho que no podía pedirle el auto prestado a su tía, me hubiera ido en taxi.

Soltando un suspiro, arrastré los pies hacia mi perdición.

—Creí que Azu vendría —me quejé ya ocupando el asiento del copiloto.

—Yo justo iba saliendo para hacer un trabajo y me pidió el favor de recogerte. Supuse que te había dicho —respondió bajando un poco el volumen de la radio—. Disculpa por no ser lo que esperabas.

Esa frase me hizo sentir remordimiento por el tono que usé. Sea como sea, me estaba evitando el riesgo de montarme en el auto de un desconocido a mitad de la noche.

—Está bien. Perdón por reaccionar así. Al universo le encanta ponerme en situaciones complicadas y tú no me lo estás haciendo nada fácil —expresé con plena sinceridad. Me estaba cansando y la conversación con mi abuela me ayudó a animarme a encarar la situación.

—¿Respecto a qué? ¿Acaso tú todavía...?

Su expresión y la manera en la que dejó el final de esa interrogante en el aire, me hizo caer en cuenta de la interpretación que tenía lo que dije. La chispa de la esperanza se iluminó en él. Y, no. No podía ser.

Me acomodé en mi asiento y miré al frente.

—Nada, Christian. Yo nada. Conduce, por favor.

Me obedeció y volvió a subirle el volumen a la radio. Era un disco de reggaetón, pero no tan sucio. Solo un par de líneas tenían el nivel de indecentes. El resto de la canción que sonaba no me pareció tan malo. No podía creer estar pensando eso.

—¿Te importa si me acompañas al trabajo? Ya voy tarde y será máximo media hora.

Nos habíamos detenido en un semáforo en rojo. Ojeé la hora en mi celular. Eran casi las nueve de la noche. Sin embargo, llegar media hora o una hora después a la casa de su madre no haría la diferencia. Y, mi ego herido por la mentira de Ximena de la mañana, me hizo desear ver la cara que podría cuando llegara tarde con Christian.

—No hay problema.

Condujo un par de minutos más y no me percaté del trayecto que habíamos tomado hasta que se estacionó en el bar. Era el mismo donde lo conocí. Escogí no hacer algún comentario al respecto. No quería recalcarle que recordaba esa noche. Mucho menos que le tomaba importancia al estar allí. Si lo había superado, no tenía por qué molestarme.

Ataduras del Pasado [COMPLETA] | A Destiempo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora