FINGIR
Estar a solas con Christian en la sala de juntas no fue tan malo como creí. Claro, sentí cierta tensión de mi parte, por el estrés que me causaba la situación, pero obviando eso, la entrevista resultó bien.
Él se comportó con su carisma de siempre y por instantes me olvidé de quién era él en mi vida y solo lo vi como un entrevistado más. Me dio ciertos detalles y curiosidades sobre el manejo de la marca, así como anécdotas que no aparecieron durante mi investigación. A pesar de no ser tan apegado con la empresa familiar —como dijo— fue destacable el aprecio que le tenía. Después de todo, era el otro hijo de sus padres y el fruto del esfuerzo de su vida.
Nos despedimos con un apretón de manos teniendo la mesa entre nosotros. Fue un alivio no propiciar otra escena incómoda. Él informó que iría a almorzar afuera y que, si podía, le avisara a su prima que por la tarde llegaría con las modelos para que las conocieran, e hicieran los preparativos previos a la sesión de fotos. Ya era casi hora de comer y, sabiendo que él no estaría, y ya más calmada, fui al comedor para acompañar a Azucena y darle la noticia. Mi madre no me llamaría sino hasta la segunda mitad del descanso para almorzar.
Para mi sorpresa, me encontré a mi amiga esperando por mí en la salida del ascensor en la planta correspondiente.
—¿Pasa algo? —pregunté al notar su impaciencia.
—Claro que no. Te estaba esperando para ver si hoy sí comías conmigo —respondió—. Ven, vamos.
Antes de que me disculpara por no hacerlo el día anterior, me tomó del abrazo y me dejé guiar al comedor. Estaba extrañada por su actitud. Quizá también deseaba contarme algo, o la presencia de su primo le afectaba de alguna manera. Sabía que no era del todo cercanos y que había sido más por lealtad familiar que aceptó tenerlo en su casa, ya que su madre insistió en que interactuara más con él.
El comedor estaba en planta de la mitad del edificio y tenía una modesta terraza para que los fumadores pudieran disfrutar de su vicio allí. También había unas cuantas mesas y sillones en el exterior para que el personal se relajara, pero nunca me gustó darle uso a ese espacio. Prefería estar en el interior, con el aire acondicionado, y ocupando alguna de las sillas acolchadas y mesas de vidrio. El método era tipo buffet, variando un poco cada día, y cada empleado podía usar uno de los cinco tickets alimenticios semanales. Ya si se quería comer un poco más, o añadir algo que no estuviera incluido, se podía pagar. De igual manera, se contaba con un par de máquinas expendedoras, como las que estaban en otros puntos de la construcción.
Yo solía traer mi almuerzo, pero la noche anterior no tuve tiempo de prepararlo, así que me dirigiría con Azucena a buscar un plato para servirme lo que se me antojara y entrara dentro de mi dieta saludable.
Pero, justo antes de llegar a la entrada del comedor, Azucena me soltó para adelantar el paso y cruzar el amplio marco de madera antes que yo. Comenzando a creer que había perdido el juicio, me apresuré un poco. No me imaginé que al ingresar me encontraría con una enorme pancarta colgada en el techo con la frase: ¡FELICIDADES POR TU COMPROMISO, LAURA!
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Ataduras del Pasado [COMPLETA] | A Destiempo I
RomansaLaura lleva años con su primer novio; el hombre perfecto, el que su familia adora y sus amigas envidian. Lo ama. Eso se dice. Sabe que fueron hechos el uno para el otro, porque comparten los mismos gustos, las mismas metas y nunca discuten. Sin emba...