ABUELA
Quedarse en casa ajena implicaba no estar segura de cuándo levantarme. Demasiado temprano resultaba incómodo, especialmente en mi situación, pues deambular por los pasillos o estar en una habitación sin nadie podía ser extraño. Por otro lado, despertar demasiado tarde conllevaba a una mala imagen.
Mis ojos se abrieron en automático, como si tuviera que ir a trabajar. La cabeza me dolía un poco por el par de copas que me tomé; ofrecidas por Margarita e imposibles de rechazar. Pese a ello, agudicé mi oído con el fin de detectar algún movimiento del otro lado de la puerta. Era temprano, pero no sabía si en la rutina de esa casa era demasiado temprano.
Me dieron mi propia habitación en el segundo piso de la vivienda. Se encontraba junto a la de Azucena y contaba con vista a la parte frontal. El colchón de la cama doble y sus coberturas eran tan cómodas y suaves que se sentía como si me abrazaran. El resto de la recamara era igual de acogedor, con tonos neutros de grises y blancos. Incluso tenía mi propio baño.
Le envié un mensaje a mi amiga para averiguar si por lo menos ella estaba despierta también. No supe a qué hora se durmió, solo que seguramente había sido después de la media noche, porque yo me retiré un poco antes y ella bailaba muy animada con Christian. Se había tomado muy en serio el intentar mantenerlo alejado de «las garras de su ex».
Al no obtener una respuesta inmediata, busqué hacer tiempo yendo al baño. Luego de cumplir con mi rutina mañanera de cuidado facial y de vestirme para no salir hecha un desastre, me asomé por la ventana, en un último intento por obtener un indicio que me hiciera abandonar tranquila la alcoba.
Era el hogar de una de las mujeres que admiraba. Además, ahora estaba relacionada con mi trabajo y mi boda. Quería ser perfecta.
A través de la ventana pude detallar que el vehículo en el que llegamos no estaba. De hecho, solo se encontraba el auto alquilado por Christian. Solté un suspiro. Por supuesto que iniciaban temprano el día para atender la empresa.
Sintiéndome un poco ingenua, salí hacia el pasillo para bajar a la cocina. Ya mi estómago, acostumbrado a su itinerario, exigía algo para desayunar. En el camino me topé con la señora de servicio, quien fue amable y me informó que tenía un plato esperando por mí en el comedor. Azucena no me contestó, ni la vi, así que supuse que seguía durmiendo.
Ingresé al comedor y de todas las personas con las que podía coincidir, precisamente fue con Ximena. Estaba sentada de lado y con las piernas cruzadas, todavía vistiendo una bata de seda. También llevaba un sobretodo fabricado con el mismo material, pero que no cumplía con la función de cubrir el escote por estar desamarrado. Ella sí parecía sentirse en casa.
—Buenos días —saludé. Habiendo localizado mi desayuno, avancé hacia él.
Ximena apartó la mirada de la tablet en la que leía algo y separó su taza con olor a café de su boca para devolverme la cortesía. Con sus lentes para leer y su moño que dejaba los mechones correctos sueltos, me sentí en una sesión de fotografía.
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Ataduras del Pasado [COMPLETA] | A Destiempo I
Roman d'amourLaura lleva años con su primer novio; el hombre perfecto, el que su familia adora y sus amigas envidian. Lo ama. Eso se dice. Sabe que fueron hechos el uno para el otro, porque comparten los mismos gustos, las mismas metas y nunca discuten. Sin emba...