Cabello rosa

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Después de el golpe de TN, Mina despertó aún aturdida. Al darse cuenta de que había escapado trató de levantarse para ir a buscarla, sin embargo estaba demasiado mareada para poder hacerlo.

La cabeza comenzó a dolerle, más por las emociones que estaba teniendo en ese momento que por otra cosa. Nada le estaba saliendo bien y eso hacía que su sangre hirviera. No podía creer que TN estuviese arruinando sus planes una vez más. Eso le hartaba. Odiaba con todo su ser verla arruinando su vida. Cada vez que ella trataba de ser feliz, TN hacía algo para volverla loca y ya sentía había rebasado su límite hace mucho tiempo.

Todo comenzó una noche hace dos años. Había terminado su turno en el minimercado e iba de regreso a su casa. Ella acostumbraba llevar sus audífonos puestos, le gustaba mucho escuchar música y bailar, a veces caminaba llevando el ritmo de la música con los pies. Aquella noche, faltando pocos metros para llegar al edificio dónde vivía, aún con los audífonos puestos escuchó un estruendo que la hizo saltar. Volteó rápidamente tratando de averiguar de qué se trataba, cuando vió cerca de un callejón lo que parecía ser una persona en el suelo. Enseguida se acercó para ver si estaba todo bien, aunque a simple vista se notaba que no. Se trataba de un chico de cabello negro con varias cicatrices en el cuerpo.

—¿Te encuentras bien?— preguntó Mina preocupada. —¿Quieres que llame a una ambulancia?.—

—No.— respondió él tratando de levantarse.

—Deja que te ayude.— dijo ayudándolo a ponerse de pie.

El chico la miró desconfiado, pero no evitó que le ayudara.

—¿Quieres que llame a alguien?— insistió ella.

—No. Debo irme.— Trató de dar un paso y estuvo a poco de caerse de no ser por la pelirrosa que lo ayudó a sostenerse.

—Mi casa está muy cerca, si quieres puedes descansar en lo que te recuperas, ¿Qué dices?— preguntó ella amablemente.

El pelinegro sólo asintió y comenzó a caminar con el apoyo de la chica. Subieron por las escaleras y llegaron al departamento de la chica, él se recostó en el sillón y se quedó profundamente dormido. La pelirrosa se quedó observándolo mientras dormía, a sus ojos parecía un pajarito que se había lastimado un ala, se veía indefenso y necesitado de ayuda y ella quería dársela.

A la mañana siguiente, se levantó temprano y se dió cuenta de que el chico no estaba. Se tranquilizó un poco al escuchar el sonido de la regadera, así que se dispuso a hacerle algo para desayunar.

El pelinegro salió de el baño con una toalla enrollada alrededor de su cadera. Mina no pudo evitar ruborizarse al ver que aquél chico tenía un cuerpo muy bien formado.

—Buenos días.— saludó el de ojos azules.  —Gracias por dejarme quedar anoche y perdón por la molestia.— añadió.

—No fue ninguna molestia, tranquilo. Ven, ven.— dijo haciéndole un gesto con la mano para que se acercara. —Hice el desayuno, siéntate dónde quieras.—

El chico la miró confundido pero aún así se acercó a la mesa. Desayunaron juntos y al terminar él recogió los platos. Mina seguía viéndolo como un pequeño ser indefenso y estaba intrigada. —Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?— preguntó.

—Dabi.—

—Bueno, Dabi, mi nombre es Mina, mucho gusto.— dijo sonriente y le extendió la mano. El pelinegro sólo la miró. El ambiente se puso algo incómodo, así que ella retiró la mano. —¿Puedo preguntar algo?— preguntó en tono serio. Dabi siguió indiferente, pero ella continuó. —¿Qué hacías tirado en la calle en la noche?—

MI HÉROE NOCTURNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora