Sueños

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15 de Abril 2015

Casi podía sentir la textura de la hierba en mis piernas, en mis dedos, como un suave colchón que amortigua una caída desde el mismo paraíso.

Ahí estaba yo, en medio de lo que parecía una pradera. Recostaba sobre el pasto mirando las nubes, apuntándolas y buscando figuras en el cielo.

"¡Es verdad, parece un árbol enorme!" –la voz de mi costado me daba la razón

-¿Y tú que ves? –le pregunté

- No lo sé, tú eres la loca, solo tú ves esas cosas –reía.

Volteé a ver de quien se trataba y ¡Sorpresa! Fernando me miraba con sus ojos amielados mientras me dedicaba una sonrisa.

-A desayunar –murmuró Fernando en voz baja.

-¿Qué?

-A desayunar mi amor, se le hace tarde mamita –murmuró nuevamente con una voz extraña.

De pronto, un leve movimiento me devuelve a la realidad y ahí estaba mi abuela Julia sonriendo cómplice.

-Oiga mamita ¿y quién es ese tal Fernando?

Posiblemente había escuchado parte de mi sueño y ya tenía el nombre del chico que me estaba desestabilizando. No pude evitar sonreír azorada por esa trastada, por la bendita maña de hablar dormida.

-Nadie abuela, un chico de mi escuela, claro que él está en otro grado –acepté sin ganas de ocultarlo siquiera un poco.

-¿Será que mi niña se enamoró? –preguntó con sorpresa.

-¡No abuela qué dices! ¡Esas son palabras muy grandes! –Reí incrédula- Tal vez me guste un poco, pero eso es todo.

-Bueno mamita, si algo pasa con él usted sabe que puede contar conmigo ¿verdad? 

-¡Claro que si! -la abracé

-¡¿Será que vienen a desayunar o qué?! -gritó papá desde la cocina.

-¡Ya vamos pa! -contesté rodando los ojos. Yo lo amo pero es muy cascarrabias.

Abuela Julia bajó y tuve la necesidad de registrar aquí mi sueño. ¿Y si realmente me estoy enamorando? ¿Cómo se siente enamorarse? ¿Cómo lo sabría?

Leí nuevamente la nota que guardé desde el día en que nos castigaron y me decidí a comenzar con el día:

"Jajaja eres una loca, me gusta la gente loca... Por cierto, puedes quedarte con mi sudadera, yo nunca la usaba"


Ya llevaba casi dos semanas castigada sin celular y sin poder salir, lo de las salidas me daba un poco igual porque no solía salir mucho. A veces, muy de vez en cuando salía con Gabriel a un parque cercano a mi casa. Por lo demás mi vida social no era la gran cosa. Sin embargo, no tener mi celular si me dolía un montón, no podía escribirle a Gabo, no tenía juegos ni redes sociales, sentía que papá y mamá realmente lograron aislarme del mundo y los odiaba un poco por eso.

-Puedes leer un libro –sugirió mamá cuando le comenté lo del celular- no es como seguir las cuentas de Rihanna hija, pero al menos te mantendrás entretenida –concluyó volviendo a su agenda y sus cálculos.

Miré con cara de perrito a papá que estaba sirviéndole el desayuno a abuela Julia mientras se quitaba el delantal:

-Tu mamá tiene razón, deberías buscar algo más que hacer. La gente que está aburrida a menudo tiene muy buenas ideas ¿O no doña Julia?

Así era mi casa un día sábado por la mañana, papá hacía el desayuno y cocinaba para darle un respiro a la abuela. Al principio era todo un desastre, yo era pequeña cuando papá comenzó esta rutina y recuerdo verlo todo frustrado mientras mamá o abuela Julia traban de apagar lo que sea que papá estaba "cocinando"

Sin embargo la práctica hace al maestro y ahora era todo un chef. De mi abuela aprendió que el amor también se puede demostrar a través de la comida.

Terminando el desayuno, decidí buscar un libro como sugirió mamá. Pretendía encontrar uno que me acercara más a descubrir el amor cuando lo tuviera frente a mis ojos, que me ayudara a saber cuándo me enamorara y de paso, que me mantuviera soñando con Fernando, pero nada de eso, solo encontré libros de economía, ingeniería, manejo de empresas, en fin.

-¿Hay libros para gente normal en esta casa? –le pregunté a mamá, quien rio con ese tono similar al graznido de un ganso- No encuentro nada que no sea de economía.

Mamá se levantó de su asiento y me instó a que la siguiera. En un armario olvidado que usamos como bodega habían varias cajas apiladas que al parecer contenían todos los libros que leyó mamá en su juventud y ¡Vaya que tenía libros!

-Listo mi amor, ahí tienes todo un mundo de cosas por leer y husmear mi pequeña curiosa... por no decir chismosa ¿no?

-No tanto como las brujas del cuartel- respondí sin saber muy bien de quienes hablaba.

-¿Y eso? ¿De dónde lo sacaste? –dijo mamá entre risueña y asombrada.

-Una vez papá dijo que las brujas del cuartel chismeaban y escuchaban detrás de las paredes todo el tiempo –reí.

- ¿Te cuento un secreto? Tú papá también lo hace

-Eso no es verdad –dijo papá adentrándose a la habitación- me ofende que le digas eso a la niña.

-¿Y tú dónde estabas? –Preguntó mamá pillándolo.

- Yo... este... venía a... te venía a buscar... ¡Si eso! Te venía a buscar mi amor para que revisaras un plan de negocios en el que estoy trabajando, sí, eso era.

-Pero mi vida, es sábado. No deberíamos traer más trabajo a la casa –refunfuñó mamá.

Mientras papá le respondía me acerqué a una de las cajas que llamó mi atención y comencé a rebuscar entre ellas algo que llamara mi atención.

Cuentos para dormir, relatos de misterio, libros de poesía. 

Tomé dos de un tal autor Benedetti para probar suerte y tomé otros dos libros del apartado de "clásicos" uno de ellos se llamaba "orgullo y prejuicio" y el otro se llamaba "como agua para chocolate"

Sin embargo algo más llamó mi atención, al fondo de la caja había un montón de papeles de colores con diferentes formas y dibujos, mi curiosidad me pedía revisar, pero la presencia de mis padres detrás de mí me cohibió de husmear a placer.

Decidí que lo dejaría para otro día.

El diario de Camila Mendoza PinzónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora