Impulso: Fiesta parte 2

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Papá se declaró incompetente como chofer y decidió dejar todo en manos de mamá

-Lo siento Cami, mi vida, pero estoy muy cansado. Hoy tuve un día muy pesado en la oficina y necesito parar por hoy –dijo papá como si realmente le doliera no poder llevarme- me encantaría ir a dejarte, de verdad mi amor.

-Papá no te preocupes, mamá lo hará bien –dije con obviedad rodando los ojos- Pero exijo tu renuncia como padre –bromeé.

-¡No pues! ¡Ahora resulta que mi hija me despidió! –se lamentó con una sonrisa cansada.

-No te quejes Armando, Camila salió a ti –dijo mamá mientras se preparaba para salir- ¿Sabías que tu papá me despidió como asistente de presidencia?

-Y hubiera sido mi peor error cometido en la vida si hubiera permitido que se fuera de mi lado doctora Beatriz- respondió papá levantándose de su asiento para acercarse a mamá y juguetear con ella.

-No tendrías presidente –comenté lógicamente

-¡No ni empresa! –dijo mamá entre risas

-No las tendría a ustedes que son mi vida, mis picaronas- dijo papá con una expresión de paz en el rostro.

Siempre me llamó la atención lo enamorado que se veían mamá y papá a pesar del paso del tiempo, muchos de mis compañeros tienen padres divorciados, pero a los míos la dulzura se les salía por los poros, a veces me resultaban empalagosos.

-Señor Mendoza ¿es posible que suelte a mamá? llegaré tarde a mi fiesta.

- Como ordene su majestad- dijo dirigiendose a mi con una mirada de fastidio y luego a su esposa- mi amor, cualquier cosa me llamas al celular, yo posiblemente estaré durmiendo pero tu sabes que...

-Todo estará bien mi amor -susurró mamá acariciando el rostro de papá mientras él parecía derretirse en su mano- descansa ¿si? 

El camino fue en silencioso, pero con mamá los silencios no eran incomodos, ambas disfrutábamos de la cercanía sin tener que estar forzando conversaciones y yo particularmente lo agradecía mucho en instancias como estas.

Hicimos una parada rápida para comprarle un pequeño regalo a la cumpleañera, nada muy ostentoso, luego mamá manejó hasta que nos estacionamos frente a la casa de Paula, la mejor amiga de Dayanne. Y en efecto estaban todos mis compañeros ahí incluso Alejandro y la banda de estúpidos que tiene por amigos.

-Bueno hija, en lo que quedamos ¿si? yo estaré dando vueltas por aquí cerquita en caso de que me necesites. ¿Llevas tu celular?

-Si mamá, te llamaré, gracias.

-¡Tu regalo Cami!

-¡Ay si! -reí nerviosa.

Me dirigí a la puerta y toqué con mamá aún vigilándome. Sentí un poco de vergüenza pero también de gratitud, ella sabía que esto no era nada fácil para mi pero ¡¿por qué no podía dejarme sola por ahora?!

Salió una mujer muy amable que supuse, era la madre de Paula:

-¡Bienvenida! ¿Cómo te llamas? 

-Buenas tardes, soy Camila Mendoza, compañera de clases de Paula.

-Adelante Camila -dijo sonriente mientras hacía un gesto a mi mamá que aún estaba en el auto- puedes dejar tu regalo por ahí -señaló apuntando a una mesa repleta de regalos.

Quisiera tener esa cantidad de amigos -pensé.

Entré a la sala en donde estaban todos, había unas 15 personas a simple vista y ya solo con contarlos mis manos comenzaron a sudar. Se escuchaba un ruido de ambiente similar a un panal de abejas, todos estaban conversando y riendo en diferentes subgrupos y yo estaba sola, vagando por esa sala fingiendo que miraba los cuadros en la pared, hasta que Paula se acercó.

-¡Hola! -me dijo sorprendida- Tú eres Camila ¿verdad? -yo asentí algo incomoda- ¡Que sorpresa! ¡No pensé que vendrías!

-Yo tampoco -dije riendo soltando un poco de la incomodidad.

-¿Quieres algo de beber? ven sientate

Su bienvenida me parecía muy cálida, demasiado, no podía evitar pensar que algo no estaba bien. Miré hacia todos lados y me di cuenta:

-¿Dónde está Dayanne? -la interrogué

-No ha llegado aún –comentó apenada- y sinceramente creo que no vendrá.

Nos quedamos hablando un buen rato, la verdad Paula era una chica muy agradable, era espontánea y resultaba fácil hablar con ella, no entendía que hacía al lado de Dayanne.

Mi celular comenzó a sonar, era mi mamá.

-¿Quién te llama? ¿Tu novio? –preguntó Paula con una sonrisa burlona

-¡Ay por favor! ¿Tú crees que ella podría tener novio? Ni siquiera tiene amigos, no aspires a tanto –dijo Dayanne llegando de no sé dónde. No era la primera vez que hacía este tipo de comentarios, así que solo lo dejé pasar.

-No seas así Dayanne, ni siquiera conoces a Cami, es muy simpática –dijo sonriendo en mi dirección- bueno, te dejo para que hables con tu chico.

- ¡Nooo! no tengo novio, mi papá lo mataría –reí- es mi mamá

-Contéstale, estaré con Dayanne y los chicos en la otra sala.

-¿Aló mamá? –Susurré para que nadie más notara que hablaba con ella- ¿Para qué me llamó?

-¿Cómo que para qué? Cami me tenías preocupada ¿está todo bien por allá?

-Si mamá, estaba hablando con Paula y pues no quería que todos supieran que me llamó usted... ¿Qué quiere?

-¡Ay no pues! Ahora resulta que le avergüenza su mamá –espetó molesta.

De un segundo a otro siento como algo frío y liquido escurre por mi cabello, cuello y espalda, para voltearme y ver a Dayanne con un vaso vacío en su mano, sin un ápice de remordimiento en su cara.

-¡Ay lo siento tanto! –Dijo con su sonrisa estúpida en la cara- ¿te ensucié? No quiero perjudicarte, me imagino que debiste vestirte con lo mejor que tenías, como nunca sales- finalizó con un aire inocente su mal intencionado comentario.

Todo se congeló por un instante, su cara de satisfacción, mis compañeros comentando lo que mañana sería un chisme, Alejandro y sus amigos burlándose de lo indefensa que me veía. Pero lo pero no sería eso, lo peor vendría cuando todos lo que estaban presentes se tomaran por derecho hacerme la vida imposible en la escuela.

-Yo no me la voy a dejar montar –murmuré para mí

Y entre risas, humillación y coraje me volteé estampando mi puño contra su cara. Inmediatamente después supe que mi reacción había sido exagerada, cuando toda la habitación quedó en silencio y las lágrimas recorrieron mis mejillas.

Dayanne cayó sentada al suelo cubriendo su rostro y yo solo eché a correr y de paso pedirle disculpas a Paula.

Abrí la puerta apresuradamente y me escondí afuera,lloré unos minutos en silencio mientras intentaba calmarme cuando de pronto sentí una mano sobre mi hombro...

El diario de Camila Mendoza PinzónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora