Culpa

270 30 8
                                    

15 de Mayo del 2015

Era un día relajado.

Mamá me regaló un par de patines y fui junto a Gabriel al parque cercano a mi casa para estrenarlos después de clases. Gabriel patinaba desde hace un año y yo quería aprender así me rompiera un hueso. Me caí varias veces pero al final del día pude aprender a pararme del suelo con los patines, a andar, a frenar y a caer sin lastimarme tanto, sentía mis piernas cansadas, pero estaba feliz.

-Oiga Camila –dijo Gabriel mientras se quitaba sus patines sentado en una banqueta- ¿es mi idea o usted como que anda chorreando baba por el hermano de Paula?

-¡Ay Gabo! –Espeté molesta- ¿y usted como por qué piensa eso?

- Basta con verle los ojitos que trae –se burló Gabriel.

- ¿Y usted con Paula? ¡Yo los vi muy animados hablando también! –tenté para quitarme la atención de encima.

-Me gusta Paula –soltó sin azoro. Orgulloso, sonriendo.

- ¿Y le dirás?

-Si –asintió sin agregar más. Sumiéndose en sus propios pensamientos

Había logrado distraer el foco de la conversación, pero me preocupaba que si Gabriel podía notar que Fernando me gustaba, otras personas podrían notarlo también y eso me aterraba.

Volví a casa esa tarde y cené en familia como siempre sin embargo papá no me quitaba los ojos de encima:

-¿Qué pasó? –pregunté extrañada.

-¿Cuántos años tiene usted Camila Beatriz? –preguntó con la intensidad quemando en sus ojos.

- 14 papá –musité aplacada.

- ¡14 años! –Replicó con una sonrisa irónica que me aterraba- Una niña aún ¿no te parece Camilita?

- ¿A qué viene todo esto? –Pregunté mientras observaba a mamá para desviar la mirada de los ojos de papá- No entiendo.

-Mi amor –comenzó mamá- tu papá cree que estás enamorada de Fernando –soltó con seriedad.

-¿Está mal? –pregunté realmente afligida.

-Si –espetó papá.

-No –musitó mamá observando curiosa a su esposo por la firmeza de su negativa.

-¡Beatriz! –gritó papá exaltado.

Mamá lo miró desafiante y sin decir palabra jugó con la tensión del ambiente, papá inmediatamente supo que debía dejárselo a ella.

-Lo siento mi amor –calmándose, tomó un respiro y continuó- tenemos que hablar hija, yo la verdad no sé cómo tomarme esto, me supera.

Mamá esta vez solo se dirigió a mí e ignoró por completo a papá, que nos observaba con un dejo de culpa en su mirada. A pesar de lo mucho que me asustó su semblante serio al principio, entendía a papá. Él era tan torpe emocionalmente como yo para manejar las cosas, el aprendía del ensayo y error porque su temperamento lo hacía equivocarse más de lo normal, tal y como a mí me sucedía.

Le dediqué una sonrisa dulce y él relajó su rostro hasta que asintió en mi dirección.

-Cami –dijo mamá algo preocupada- ¿Por qué no nos contaste que estabas enamorada hija?

-¡Ay mamá! –dije mirando a papá, claramente temía a esa reacción- no es fácil y es hasta un poco vergonzoso.

-¡Pero mi amor! Tú no solo nos tienes para contarnos las cosas buenas –dijo dulcemente- o las cosas que puedes manejar, también estamos para escucharte, acompañarte y aconsejarte en este tipo de situaciones –me abrazó y acarició mi espalda.

El diario de Camila Mendoza PinzónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora