Cuentas pendientes: Castigo parte 1

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3 de Abril 2015

Desde el problema en casa de Paula las cosas no han cambiado demasiado, por supuesto el ambiente estaba tenso, parecía que estábamos sumergidas en una guerra fría. Todo sigue tan distante como siempre, con una diferencia: ahora tengo "admiradores" que no son más que personas empáticas conmigo, que piensan que Dayanne se pasó de castaño oscuro y que era momento de que algo "la golpeara" (así fuera literal)

Pero también hay gente que me odia, entre ellos el grupo de Alejandro y los amigos cercanos de Dayanne.

Sin embargo noté algo importante, desde su cumpleaños, Paula se ha mostrado neutral. Parece no querer tomar bando cuando lo más obvio sería que le dé su apoyo a su amiga.

Hoy se acercó a mí y me pidió que por favor, no la culpara de lo que había hecho Dayanne:

-Te juro que yo no sabía nada, no planee nada de lo que pasó –comentó preocupada- y siento mucho que las cosas hayan terminado así, por favor, no pienses mal de mí.

-Pues te mentiría si te dijera que no lo pensé –le confesé- gracias por la aclaración, me dejas más tranquila Pau.

-Bien, me alegro de que las cosas estén mejor –dijo dedicándome una sonrisa, para luego retomar sus deberes.

La pequeña conversación con Paula me hizo sentir mejor, además no pude evitar recordar que en casa tengo aún la sudadera de su hermano.

"Fernando" –pensé mientras una sonrisa tonta comenzaba a aparecer en mi rostro.

-¿Qué hace ahí sonriendo como boba? -llegó Gabriel acomodandose a mi lado y ordenando sus libros- ¿Por qué no me cuenta el chiste que parece tan bueno?

-¿Qué hubo Gabriel? El único chiste aquí es usted -reí mientras el rodaba los ojos- ¿estudió para matemáticas?

- ¡No pues! Ahí como dice mi abuelita ¿no? ¡Que sea lo que dios quiera! -rio y me contagió con su risa.

Parecía un día tranquilo, todo transcurría normal hasta que vi a Dayanne acercarse a paso apresurado y como si todo transcurriera en cámara lenta, la vi levantar su mano tomando vuelo para posteriormente sentir como aterrizaba su palma sobre mi mejilla, y oir nuevamente como todo el salón quedaba en silencio.

Quería llorar.

-Eres una niñita estúpida y atrevida Mendoza –espetó antes de tirar mis cosas al suelo y burlarse nuevamente- dile a tu mami que venga a recogerte, ridícula de mierda.

No sé de dónde saqué valentía, no sé de donde nació el coraje. Tal vez era impulsiva como decía papá o tal vez solo heredé su temperamento.

-¿Usted quiere que yo le rompa el hocico otra vez? –Proyecté con mi voz a todo lo que daba, sacando una personalidad y una seguridad que era totalmente desconocida para mí- ¡¿Quiere que la tumbe de nuevo?!

Gabriel observaba con ojos grandes y muy abiertos, sin emitir ningún sonido.

-Inténtalo, tarada, y me encargaré de que te expulsen de aquí a tí... –sentenció con aires de superioridad -Y a quien intente hacerse el valiente -finalizó observando a Gabriel fijamente.

 Aires de superioridad.

Mismo aire con el que todos aquí miraban y comentaban sobre Gabriel, que era uno de los pocos becados de esta escuela. Mismo delirio de grandeza que motivaba a Alejandro a golpear a mi amigo, misma altanería que te daba el tener recursos y por ende, poder sobre otras personas.

Lo entiendo, puede que estemos en una escuela pagada, y puede que vengamos de familias acomodadas. Eso puedo entenderlo, después de todo, mis papás dirigen una de las empresas más grandes del sector de la moda en Colombia con presencia a nivel mundial. He tenido la suerte que pocos tienen, sin embargo, para mí eso nunca ha sido un motivo para creerme superior a otros, desde muy pequeña mis padres me enseñaron a respetar a quien tuviera en frente:

"Ecomoda no es la presidente ni los ejecutivos, Ecomoda son todos quienes con su esfuerzos hacen posible que haya una empresa que dirigir, desde quienes asean las oficinas para tener un espacio apto para trabajar, desde el mensajero y la recepcionista hasta su presidente"

Si yo sabía eso, si yo tenía un principio de humildad y respeto por todos. ¿Por qué ella no? ¿Si corremos con la misma suerte? Además ¿Por qué meterse con Gabriel? ¿Qué mal podía él hacerle?

Yo ya tenía los puños cerrados, y su estúpido comentario no ayudó en nada a calmar mis nervios, los animos estaban caldeados y yo iba a explotar en cualquier momento.

-¡Comience! -retó con aire desafiante.

De pronto recordé a mamá pidiendome que aquella pelea fuera la última, que no volviera a ocurrir.  ¡Y juro por dios que intenté calmarme! ¡Pero Dayanne quería ver el mundo arder, Dayanne quería un espectáculo... 

"y yo me debo a mi público" -pensé.

-Te hace falta coraje niña- masculló con clara tensión en el rostro.

-Hablas demasiado Dayanne -alcancé a musitar antes de asestarle un puñetazo que la dejó aturdida.

"si va a andar de valiente al menos debería aprender a pelear" -pensé.

Yo no era experta, es más, nunca había peleado antes, pero papá me había enseñado a pegar puños hace unos años, cuando queríamos incribirnos a clases de boxeo ¡y bueno! al parecer sus tips me sirvieron.

Dayanne logró incorporarse y en un movimiento rápido jaló mi cabello para llevarme al suelo con ella mientras tiraba patadas a lo bestia. Yo intentaba zafarme como podía, pero realmente parecía un animal.

-¡¿Qué está pasando aquí?! –interrumpió la maestra- ¡Rodriguez! ¡Mendoza! ¡Las quiero de pie en este instante!

Al cabo de un par de gritos y unos intentos de separación, terminamos ambas en la oficina del director, con él citando a nuestros padres para posteriormente, pasar juntas al salón de castigos a esperar en silencio hasta que la pelea se desatara nuevamente o hasta que pasara lo que tuviera que pasar.

El diario de Camila Mendoza PinzónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora