Remordimiento

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14 de Junio del 2015

¡Esa fue una noche maravillosa!

Llena de adrenalina, frustración y rabia pero maravillosa al fin, por que dormí en sus brazos.

¡Yo, Camila Mendoza, dormí en los brazos de Fernando!

Esa noche llegué como a eso de las 3 AM a casa de Fernando y marqué a su celular. Al principio no respondía nadie y temí, pues sabía las consecuencias de mis actos, sabía que haber huído de casa traería serias repercusiones.

Insistí, marqué nuevamente su numero y escuché atenta...
Un tono, dos tonos, tres tonos, cuatro tonos, nada.
Me desesperé, marqué de nuevo...
Nada.

Resiganción.

Me dispuse a tomar mi bicicleta y devolverme, "quizás si llegaba pronto nadie notaría mi ausencia" -pensé.

Y cuando ya me había resignado a volver a casa, tal vez por frustración, tal vez porque me molesté sin una razón coherente, o simplemente porque me arriesgué demasiado innecesariamente, tomé una piedra pequeña y la lancé a una ventana del segundo piso sin saber siquiera si esa ventana correspondía a la habitación de Fernando.

Di vuelta la espalda y me dispuse a pedalear cuando de pronto escucho una ventana deslizarse y un llamado breve y preciso viniendo desde aquella ventana en medio de un silencio nocturno que al principio mataba mi valentía:

-Pssst... -sentí detrás de mi- pssst... ¡eh tú! ¡la loca! -susurraba Fernando risueño y soñoliento.

Me giré sonriente y el hizo un gesto para que mirara mi celular.
Miré la pantalla un rato sin entender muy bien que quería. No había nada. Esperé unos segundos y lo miré encogiendome de hombros.

Al cabo de unos minutos llegó un mensaje con indicaciones para subir a su habitación.

Impulsada por la idea de estar con el seguí paso por paso sus indicaciones, me escabullí por su patio trasero y llegué a una puerta con mosquitero, Fernando en cuestión de segundos abrió la puerta cuidadosamente y me sonrió.

¡Esa sonrisa por dios!

Se acercó a mi y sin más, besó mis labios tiernamente, susurrando "Estás loca" contra ellos.

Y si, realmente lo estaba.

-tu me volviste loca -susurré sonriente pues no mentía en nada.

Tomó mi mano y me guió escaleras arriba, me pedía que fueramos silenciosos para no levantar sospechas.
Mientras yo hacia adentro pensaba que nada de lo que hiciera ahora me salvaría de un castigo mañana, si tenía que ser sigilosa, lo haría solo para salvar a Fer.

Llegué a su habitación pero la oscuridad no me dejaba observarla bien. Fernando notó que no podría llegar sola a su cama, así que me tomó por la cintura desde atrás para guiarme en la oscuridad.

Yo sentía que flotaba, mi mente y todo mi cuerpo solo podía responder a su tacto, al olor de su cuarto, al beso con que me recibió a la entrada y que me erizó la piel.

Una vez acomodados en su cama, conversamos unos minutos a puro susurro.
Nos encontrabamos ambos acostados frente a frente. Fernando tomó las mantas y nos tapó, estaba listo para dormir pero a mi algo me detenía:

-¿Qué pasa mi niña? -preguntó mientras acariciaba mi cabello- ¿Estás preocupada por lo que pueda pasar?

-La verdad Fer, es que no quiero pensar en eso -confesé- quiero abrazarte.

-¿Qué te detiene? - dijo sonriente- yo no muerdo. O tal vez si, pero no te haré daño, lo juro.

En ese instante sentí que una pequeña barrera se rompió. Acaricié su torso con suavidad y me apegué a él lentamente.
Pude sentir su corazón latir y me pareció lo más divino que había vivido hasta ahora, su cuerpo me transmitía calor y seguridad

El respondió a mi abrazo y besó mi frente con dulzura, todo era perfecto.

Besó mis labios una y otra vez, yo intentaba seguir su ritmo y él al parecer sabía que yo jamás había dado un beso, así que me enseñó.

Al cabo de un momento, nuestros besos tomaron otro curso. Uno más profundo, más ansiosos.

Fernando acarició mi cintura, mis caderas y luego mis muslos. Yo sentía que algo dentro de mi despertaba, me encendía y me incitaba a más, pero no me sentía lista. Incluso, me asusté cuando sentí la reacción de Fernando.

-¿Qué sucede princesa? -preguntó notando mi incomodidad.

- No estoy preparada para algo más -murmuré algo avergonzada- es decir, ni siquiera te conozco tan bien y... yo nunca... -intenté explicar que soy virgen y esto me atemorizaba pero no hubo necesidad, él lo entendió perfectamente. Aunque, claramente, ese dato lo descolocó.

¿Esperaba que fuera experimentada con 14 años?

En fin, una vez superado el momento, Fer me acunó en sus brazos y nos quedamos dormidos.

Desperté un par de horas más tarde, eran alrededor de las 9 AM y Fernando seguía durmiendo a mi lado.
¡No fuimos a la escuela! ¡Mis padres maldita sea! Ya debían haberse dado cuenta de todo.

En mi desesperación intenté despertar a Fernando sin éxito. Me puse en pie, ordené mi ropa y me dispuse a salir, cuando de pronto se abrió la puerta de su habitación.

Su madre, nos había encontrado.

El diario de Camila Mendoza PinzónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora