Cry for me | Sanemi Shinazugawa

𝐗𝐈𝐕

De todas las personas del mundo, ¿Porque debió ser ella?

En cuanto vio aquel vídeo en donde la tachaban como una de las peores basuras de la humanidad, sintió su mundo desmoronarse. Había entrado en un completo estado de shock, no podía pensar con claridad.

Ni siquiera fue capaz de detenerse cuando sus amigos le pedian desesperadamente a gritos que parará.

Simplemente salió corriendo de la casa, con el corazón hecho añicos y el aire escapando de sus pulmones.

—¡Mira por donde vas, maldito imbécil! —grito histérico un hombre tocando la bocina de su auto, la luz había cambiado a roja, indicándole a los peatones que no podían pasar. Sin embargo, Sanemi corrió sin importarle aquello.

Esta era la quinta vez en que casi era atropellado. Pero realmente no le importaba.

Lo único que estaba plasmado en sus pensamientos era la imagen de T/N, siendo arrastrada por diversos oficiales.

—¡Mierda, mierda! —gritó desesperado al sentir el ardor de las lagrimas reposadas en sus ojos, durante todo este tiempo se había negado a llorar, no podía hacerlo, debía buscar una solución.

El pecho le dolía, había corrido durante casi quince minutos sin parar o tomar un respiro. Ni siquiera se tomó el tiempo de esperar taxi o ir a su departamento en busca de su automóvil, no podía darse el lujo de perder el tiempo y fue por ello optó por correr desde la casa de Tengen hasta el edificio que pertenecía a la familia Uzui.

Lo único que deseaba era demostrar la inocencia de T/N y que solamente había sido inculpada por el maldito poco hombre de su esposo.

Quería mantenerse fuerte, debía hacerlo por ella. Pero su corazón solo deseaba llorar, tirarse al suelo y maldecir a los cuatro vientos al bastardo de Uzui, necesitaba dejar salir todo el estres y sufrimiento que había acumulado en solo una hora.

Sin embargo, al pensar en todo el calvario que su amada estaría sufriendo mientras él se tomaba el lujo de lloriquear como un verdadero marica, lo hacía sentir repulsión de símismo.

No obstante, no podia negar cuanto deseaba verla. Necesitaba saber que estaba bien.

Infló el pecho y como pudo, aceleró sus pasos.

—Muévete Shinazugawa, muévete... —murmuró dándose ánimos. Debía ser fuerte, no podía dejarse vencer por la situación.

Durante su trayecto tropezó con varias personas, ganándose diversos insultos, pero simplemente grito pidiendo disculpas y continuó en lo suyo.

Después de mucho tiempo, por primera vez en el día, había sentido alivio al divisar a lo lejos el edificio. —¡Si, Si! —sonrió entusiasmado acercándose a la infraestructura.

Sin embargo, la felicidad no duró mucho tiempo.

Justo en el momento en que ingreso a la empresa, detuvo abruptamente sus pasos.

Todo era un caos.

Policías aquí y allá, reporteros, miles de personas viendo que había sucedido mientras los trabajadores corrían de un lado a otro angustiados.

Sin duda todos los trámites fueron hechos allí. Era cuestión de tiempo para destapar todo los fraudes y robos que se habían realizado y que gracias a ellos la dichosa empresa manejada por el hijo prodigio de los Uzui se mantenía en pie.

Al notar la presencia de Sanemi, un oficial intento retenerlo.—No puede estar aquí, señor.

El hombre intento sujetarlo del brazo, pero el peliblanco se movió bruscamente, impidiendole que siquiera lo rozara.