Capítulo 9

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La señora Granger condujo a Draco por un pasillo y después por unas escaleras hasta que se detuvieron en una puerta de madera color gris.
Ginger abrió la puerta y entró seguida de Draco.

Ginger: Hermione ni te imaginas quién está aquí.
Hermione:¿Quién madre?
Draco: Buenos días Hermione.

Hermione dió un respingo. Esa voz nunca imaginó escucharla de nuevo. Pero sin embargo ahí estaba.
Abrió los ojos como platos y se quedó paralizada en la puerta sin saber qué decir.

Ginger: Ahora vuelvo.

La madre de Hermione salió de la habitación.

Hermione: Draco. Qué sorpresa. Para serte sincera no creí volver a verte.
Draco:Pues aquí estoy.
Hermione: ¿A qué debo el honor de tu visita?
Draco: Me enteré de la enfermedad de Cedric y quise venir a ver en qué podía ayudar. Soy doctor.

Hermione tomó las manos de Draco y lo miró con ilusión.

Hermione:Draco por favor ayúdame. Estoy desesperada. He visitado muchos doctores y ninguno me da buen diagnóstico. Eres mi última esperanza.
Draco: Déjame revisarlo.

Draco tomó el pulso de Cedric y se percató de que ya no tenía signos vitales. Acababa de morir. Al lado de su cama estaba el niño pequeño. A lo mucho tenía dos meses de nacido. En cuanto se acercó se dió cuenta que había dejado de respirar.

Hermione caminaba de un lado a otro nerviosa.
Draco guardó sus utensilios de trabajo en el maletín.

Hermione:¿Cómo están?
Draco: Hermione... Lo siento. Acaban de morir.

Hermione lo vió todo negro y se desmayó.

Draco le dió a oler alcohol para hacerla reaccionar.
En cuanto despertó soltó un grito desgarrador cargado de dolor, ira u desesperación.

Ginger Granger entró a la habitación en ese momento.

Ginger: ¿Qué pasa? ¿Qué tienes Hermione?
Hermione: ¡Han muerto mamá! ¡Están muertos!

Ginger luchaba contra las lágrimas que amenazaban con salir. Tenía que ser fuerte para apoyar a su hija.
Ahora más que nunca Hermione la necesitaba.
Abrazó a su hija quien se derrumbó en sus brazos.

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