Estar contigo

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Los ojos de Win se fueron abriendo despacio, casi con miedo de hacerlo. Recordaba perfectamente lo último que vio antes de quedar dormido dentro del auto de Bright, y eso le atormentaba como nada en la vida. Lo último que quería era ver a las personas que amaba sufrir, y justo eso estaba haciendo. Quería huir en cuanto se percató del lugar donde estaba, pero al voltear el rostro se encontró con la mirada angustiada de Vachirawit, quien se aferró a su mano al levantarse de una silla.

—Tranquilo, estás en tu departamento. Parece que el medicamento fue contraproducente con lo que sucedió fuera de la clínica, aunque puede que te haya servido para descasar un poco. Por ahora es mejor que no te muevas o podrías marearte. Tu hermano se fue en cuanto llegamos, dijo que esperaría a estés más estable para poder visitarte.

Quería hablar, sabía que tenía que hacerlo, pero al final no lo hizo, prefería estar tranquilo, ahora más que nunca. No entendía qué hizo mal para que las cosas salieran de esa manera en especial. Fingió bien, incluso se inventó a un amigo para que todo fuera más creíble, aunque si lo pensaba detenidamente su mayor error fue, sin duda, relacionarse con el doctor que sostenía su mano.

Pero no pudo evitarlo, y le dolía ser tan débil ante ese hecho, ya era suficiente con su padre y hermano, ahora se unía Bright. Quizás si esa noche no lo hubiera enfrentado habría podido alejarse como tenía planeado, sin sospechas, sin dolor. Pero contrario a ello, se enamoró y terminó arrastrándolo.

—Perdón…— Susurró apretando los labios mientras su mirada permanecía conectada a la cobija que cubría sus piernas.

—No tengo nada que perdónate Win, incluso si lo pienso muchas veces, lo que hiciste, tuvo una razón de ser. Pero no tienes que estar solo, porque yo no te dejaré estarlo si me lo permites. Te lo dije en la clínica, y lo repito, por favor déjame estar contigo.

—Esa es una manera muy rara de pedirme ser tu novio, ¿no lo crees?

Murmuró sintiendo como, lentamente, las lagrimas rodaban por sus mejillas, pero, incluso en esa situación, con el corazón de ambos tan expuestos, quería sonreír, al menos por un segundo.

—Win, ¿me permitirías ser tu novio?

Entonces Win habló con seriedad mirando directamente los ojos del mayor.

—Bright, no va a ser sencillo, va a doler, y bastante. No quiero que te arrepientas a medio camino, porque no voy a soltar tu mano desde que me la des. Piénsalo con frialdad Bright, ¿realmente vas a poder acompañarme hasta el final? No serán besos o sexo, serán síntomas que me dejen en la sombra de lo que soy ahora, de lo que tú eres también ahora. Imagina el día final y dime si podrás soportarlo correctamente.

—Win…

—Después de haberte preguntado esto, te pido que por favor te vayas, no me respondas hasta que lo hayas visto en retrospectiva. Ya sabes dónde está la puerta.

La mirada de Win le dejó en claro que debía marcharse, así que tomó sus cosas dejando solo, en la habitación, a un chico que en cuanto escuchó el sonido de la puerta cerrándose, dejó salir un poco de pesar en forma silenciosa. Uno que le costó generar.

En medida que Bright bajaba por el elevador sentía el peso de las palabras del chico en aumento sobre su corazón, cuando estuvo dentro del auto cayó todo como un balde ocasionando que el llanto se desbordara en su rostro. Estaba tan seguro de sus sentimientos con el menor desde que los aceptó, pero justo ahora las lágrimas no dejaban de salir al imaginarse el ultimo respiro de Win. ¿Su amor estaba realmente preparado para darle la mano al corazón de Metawin?

Pensar en cada escenario fue destructivo, sin embargo, sabía que la realidad sería mil veces más difícil y doloroso. El amor no se basaba solo en un mar de dichas, sino en uno de unión, al pensar que Win quiso vivir solo cada uno de esos escenarios le hizo ver que quizás su amor, podría soportar lo que vendría a partir de ahí. En cuanto pensó en ello quiso ir al departamento de Win y decírselo, pero al tocar el pomo de la puerta vio que su mano temblaba de miedo. Entonces no tuvo más opción que dejarse caer al suelo llevando las manos al rostro, como si de esa manera pudiera evitar sentir ese rechazo a su propia seguridad que duró solo un par de segundos.

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