Chispas de colores

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La música que provenia de la sala infantil advertia un desastre si se atrevía a entrar en ésta. Con cada paso que daba sus manos sudaban al grado de no reconocerse. Un gran médico, justo ahora tenía miedo de ver a un grupo de niños. Si tan solo esa vez hubiera resistido no tendría que sonreír dentro de cuatro paredes. Pero lo peor no eran los pequeños, sino la persona que le daba ordenes. Parecía a simple vista, un chico sonriente y tranquilo, nada más lejano a la realidad, se asemejaba a un sádico dispuesto a torturarlo de las maneras más crueles posibles.

Su pulso se detuvo por un segundo al notar esa mirada en su cuerpo. Aquella que le avisaba su pronta muerte entre los juguetes de diversos colores y formas.

—Vean quién ha llegado hoy niños.— Un solo paso dentro y su cabeza se vio atacada por una peluca rosa corta. No podía ir encontrá de las ordenes, debía aceptar su derrota y hacer lo que pudiera porque ese año pasara rápidamente. Pero recién era la primera semana.

La sonrisa de Win se agrandaba a medida que los minutos pasaban. A veces se preguntaba de dónde sacaba tanta energía o felicidad como para repartir en grandes cantidades. Parecía un resipiente elástico de risas, quizás una regadera dispuesto a brindar sonrisas en cada habitación.

No estaba acostumbrado a sonreír al dos por tres, y él lo hacía parecer tan fácil, tan natural qué en ocasiones le causaba celos. Aunque no estaba dispuesto a decírselo, ya tenía suficiente con sus burlas frente los niños como para aguantarle fuera de la zona pediátrica.

Después de una hora en aquella sala su cuerpo dolía a niveles no mostrados antes. Prefería estar en operación tres horas que pasar nuevamente un solo minuto con los niños. Únicamente un pequeño lograba arrebatarle todas las fuerzas en un movimiento.

—Realmente no entiendo qué te duele, vamos, solo fue una hora con ellos.— Se burló Win caminando a su lado rumbo a los casilleros. Quitándose la peluca acomodando los mechones.

—Eso lo dices tú. Has de estar acostumbrado a ellos. Yo estudié para ser médico, no un cuidador. Simplemente no estoy hecho para ello.

Trató de plantear una excusa poco funcional para Metas, negó arrebatandole la pecula que Bright tenía todavía en la cabeza sujetando la con la otra mano. Dió un paso dentro de la sala del personal gracias a la ayuda de Vachirawit quien abrió la puerta más para si mismo que por ayudar a Win.

—Nadie nace sabiendo sobre cómo cuidar a otros, sobre todo si son niños. Así que no metas aquí lo que estudiaste. No me ves quejandome.

—Eso es porque estudiaste algún curso en cuidado de niños. No es difícil saber que es tu especialidad.

Un casillero resonó en conjunto con la risa de Metas quien acarició su vientre por lo gracioso del comentario. Con cuidado se retiro la bata que solía usar y su nariz de goma, acomodando todo en su espacio así como ambas pelucas.

—Error. Yo no estudié nada relacionado con niños. Trata de adivinar, te daré una pista, si terminé la universidad.

La mente de Bright quedó totalmente en blanco al escucharlo. Nunca habría imaginado que el chico con nariz de goma resultaría tener una carrera universitaria. Mientras se deslindaba de las vestimentas cambiando por unas casuales trató en vano de pensar. Nada llegaba a su cabeza por más que hiciera el intento.

—¿Ingeniería? Ya sé, educación.

—No. Tienes hasta la siguiente semana. Te daré hasta entonces para que lo adivines. De lo contrario, me deberás el almuerzo todo este año.

—Oye no, ya soy tu asistente, tienes un sueldo para pagar ese tipo de gastos.

—Acertaste, quiero molestarte. Pero no sucederá si adivinas. Así que piensa muy bien.

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