Amarillo

266 52 6
                                    

Al abrir los ojos, pudo notar que su cuerpo había cambiado nuevamente, tanto los dedos de manos y pies se sentían fríos. Su pecho dolía y notaba que respiraba con pesar. Si giraba el rostro podía ver una nueva conexión que iba directo a su brazo, no tuvo que pensar mucho, lo más seguro era que durante la noche su condición empeorara, lo suficiente para obligar a Luke a recetarle un medicamento más fuerte que el anterior.

No logró contener una sonrisa llena de melancolía, mucho menos las ganas de llorar que surgieron al ver a su novio recostado sobre sus piernas.

Tratando de no moverlo demasiado, salió de la cama sosteniéndose del colchón. No podía creer que incluso ir al baño se volviera tan complicado y cansado en ocasiones, pero esos pensamientos no rondaban en su mente tan seguido, lo hacían solamente cuando estaba al pie del retrete.

Ahora venía un momento igual de raro y pesado. Verse al espejo, ese pequeño, pero que no dejaba nada fuera de crítica. Sabía que perdía color, pero cada vez que enfrentaba al espejo lograba ganar la batalla con el tomo de sus labios, lamentablemente el color, ese rosado brillante, estaba cediendo también.

Sus pulmones se llenaron de aire al levantar el brazo, con la palma masajeo su mejilla subiendo pausado hasta el cabello, el que acaricio con total paciencia, mirando al bajar, un rastro casi diminuto de hebras.

Al salir del baño, observó que Bright acomodaba su sabana y manta estirándole la mano para ayudarle a regresar a la cama.  Lo pensó un par de segundos, negándose con una sonrisa al final. La duda se plantó en el rostro de su novio.

—Vamos al comedor Bright, hace mucho que no voy ahí. Quiero comer algo dulce. Solo un favor.

—Claro, dime.

—Quiero usar la silla, no puedo caminar muy bien por el medicamento.

Ninguno de los dos sintió algo extraño, al menos no hasta que Bright armo la silla colocándola al frente del menor, tenía miedo de ver ese objeto ahí, se quedó ahí, perdido en sus pensamientos sin notar que sus manos temblaron.

Cerró los ojos armándose de valor para lo que haría, a continuación, respiro profundo al caer sobre la silla, solo así se atrevió a mirar nuevamente.

Vachirawit acomodó el sostén de sus medicamentos regresando la vista a la cama de Win, estaba olvidando cubrirle las piernas con la sabana pequeña. Estando al fin listos, Bright tomó la silla poniéndose en marcha.

Durante su internado, hizo uso de muchas sillas, pero ninguna vez se asemejaba a llevar a su pareja por los pasillos hasta el elevador. Lugar que le cerro el aire hasta sonar el timbre de llegada al piso deseado.

—¿Qué vas a querer comer? — trató de aminorar la tensión creada desde el segundo en que Win se sentó.

—Quiero algo con harina, ¡ya sé! Pregunta si hay algún panque.

Win cambiaba drásticamente de humor, cosa que no molestaba al mayor, más bien, le preocupaba, no obstante, prefería creer en esa realidad que la sonrisa de su novio le dibujaba, porque, si era sincero consigo mismo, necesitaba de esa mentira parcial tanto, o más que él.

Mientras Bright compraba algo con lo que llenar sus estómagos, dejo su vista vagando alrededor del comedor, no había mucha gente, lo que hacía todo más relajado. Era curioso que su paciencia se perdiera en ruidos externos, pero si ese ruido provenía de las risas de los niños no existía problema alguno.

Su atención se centró de regreso sobre una mujer que parecía esperar por la hora de visitas, todo al tiempo en que sus manos se movían con dos ganchos tejiendo constantemente incluso al ver hacía fuera. No sabía lo qué tejía, pero parecía agradable de hacer.

NUESTRO TIEMPO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora