Nariz de goma

307 47 17
                                    

Si un día decimos adiós, debería ser algo inolvidable, pero, en sí, el hecho de despedirse ya es algo que no se puede borrar. Al menos hagamos que sea algo que no deje tanto dolor en nuestros corazones. Dejemos una sonrisa en el aire.

El estado de Win empeoraba cada minuto que pasaba, el que moviera las piernas solo fue un aviso que lo inevitable estaba por suceder. Es común que cuando un paciente muestra mejorías tan abruptas, no tarde en perder la vida. Como si la vida fuera tan cruel al grado de crear la ilusión de una respuesta milagrosa. Una que no existe.

Ambos sabían que iba a suceder en cualquier momento, por ello mandaron llamar a su hermano y padre. Quienes al llegar y verlo envuelto en los brazos de su novio prefirieron estar fuera de la habitación dejándolos solos. Este era su momento.

Bright acariciaba de arriba para abajo el rostro de su novio respirando pausadamente para no moverlo mucho. Por su parte, el menor veía como el pecho ajeno subía y bajaba creando un ambiente tranquilo y amoroso. Lamentablemente, aunque su sonrisa era plena, también lo eran sus lágrimas.

No quería morir, le daba miedo cada que cerraba los ojos, tenía pavor de no poderlos abrir nuevamente, por eso se aferraba a su pareja en cada respiración, necesitaba sentir su corazón para estar en calma. Para saber que independientemente de cualquier cosa estaría bien.

Afortunadamente la voz de su novio le consolaba sonriéndole en cada frase que terminaba, como si nada de esto estuviera pasando. Como si mañana pudiera caminar y estar para siempre con él. Como si realmente existiera un milagro.

—Mañana te voy a llevar al patio, vamos a jugar con los niños otra vez. Voy a hablar con Luke para que tengamos permiso, pasaremos un día igual de alegre como esa vez. —murmuro contra su oído tomándolo de la mano sobre la sabana.

Los minutos corrían dejándolos sin tiempo, arrebatándoles lo poco que tenían. Entonces Win comenzó a sentir algo, algo que le hizo morderse el labio  antes de poder hablar lentamente tratando de apretar la mano de su pareja.

—Bright, te amo, en serio te amo. Si pudiera nacer nuevamente, me gustaría estar a tu lado otra vez. Así que te prometo, renacer como alguien sano para sostener tu mano y caminar por mucho tiempo. Te lo prometo, así que espérame por favor.

No quería soltarlo, no quería cerrar los ojos. El miedo se estaba apoderando de su cuerpo débil. Y un nudo en la garganta de Bright se formaba preparándose para salir en cualquier segundo.

—Podría esperar la eternidad sí sé que podré verte nuevamente. Es una promesa.

Los labios que una vez besó siendo suaves y al toque húmedos ahora se sentían fríos y secos. Pero lo amaba, amaba la sensación de amor que le transmitía en una acción tan sutil y profunda a la vez.

—¿Recuerdas, que te dije una vez, que la persona que fuera tu pareja sería desdichada porque eres un amargado? Bright, no es así, soy la persona más feliz del mundo, no eres frío, tú corazón es un atardecer cálido, tanto así que has hecho de mis días una ruleta de sentimientos. Muchas gracias por amarme así.

Bright podía sentir el miedo de Win en cada palabra que este daba, lo sabía, sabía que, así como él lo sentía, su novio veía el temor reflejado en sus ojos. Una ansiedad compartida que ardía quemándoles el alma.

—Quiero bailar contigo otra vez, me gustó mucho hacerlo. Cuando lo hagamos, voy a cantarte al oído también. Amor, hace frío, ¿puedes abrazarme por favor? —su voz se estaba apagando al igual que su sonrisa.

—No tienes que preguntarlo, claro que puedo, con todo gusto.

El aliento se le estaba acabando en cada respiración, su cuerpo temblaba entre los brazos de su novio, podía escuchar a la perfección el latir de su corazón. Tan acelerado y angustiado. Tan doloroso, cada vez más.

NUESTRO TIEMPO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora