NO FEELINGS • Max Verstappen •

10

AMBER

Llegamos a un punto en el que las cosas subieron de tono.

Él me había atraído hacia su cuerpo, ahora yo estaba sobre su regazo con mis piernas flexionadas a cada lado de su torso.

Sus labios seguían robándome el aliento mientras sus manos estaban posadas en mis caderas.

Con maniobras logré quitar su camisa, ahora todo su torso marcado estaba expuesto.

Sus besos bajaron hasta mi cuello. Era una combinación de besos, lamidas y leves mordidas que me hacían enloquecer.

Con un movimiento ágil ahora yo estaba acostada sobre la cama con él encima de mí.

Una cosa llevó a la otra y cuando menos lo esperaba, aquel conjunto que adornaba mi cuerpo se había ido.

Ahora solo estaba en ropa interior, lo que no duró mucho ya que se deshizo de mi bra para poder inclinarse y llevar mis pechos a su boca.

No pude evitar soltar un gemido ahogado, su boca húmeda se sentía cálida y en combinación con su mano izquierda que se había colado al interior de mis bragas para dar masajes en mi zona más sensible, era perfecto.

Dejó un rastro de besos por mi vientre y luego sentí mis bragas deslizarse por mis muslos.

Antes de poder dirigir mi vista hacia abajo, un fuerte gemido mío me interrumpió después de sentir como su lengua lamía en mi feminidad.

Sus lametones eran desordenados, la perforación de su lengua enviaba descargas eléctricas arriba y abajo de mi columna vertebral cada vez que rozaba mi clítoris. Y como si no era suficiente, sus dedos también entraron en acción.

A ese ritmo mis jadeos se habían convertido en fuertes gemidos.  Mis piernas estaban abiertas de par en par y mis manos estaban en su cabello rubio.

Justo cuando estaba a punto de explotar de placer, se separó de mí poniéndose de pie.  Se rió de mi ceño fruncido de disgusto mientras que se quitaba sus pantalones y sus bóxers.

Su erección era enorme, tanto que por un momento pensé que eso no cabría.

Se posicionó entre mis piernas y lentamente fue adentrándose en mí interior mientras yo solo me podía limitar a retorcerme y a jadear sintiendo la ola de placer que me invadía en ese momento.

- Maldición, Max... - gemí a la vez que sus caderas aumentaban el ritmo de sus movimientos.

Mis manos se envolvieron alrededor de su cuello acercándolo más a mí y escuchando sus sexys gemidos y jadeos en mi oído mientras daba fuertes embestidas.

Cada segundo aquel nudo en mi vientre se hacía más y más apretado.
Fue entonces que un fuerte orgasmo me invadió.

Estaba sorprendida con lo rápido que  había logrado llegar a mi punto máximo.
Todo gracias a la precisión de sus movimientos.

- Oh vamos cariño, esto apenas comienza... - sus palabras salieron en un tono provocador que me hizo derretir en ese instante.

Me colocó en cuatro y volvió a adentrarse con rapidez robándome un gemido realmente fuerte.

Sus manos sujetaban mis caderas con fuerza para que no perdiera el equilibrio.

Sabía que le encantaba verme en aquel estado, gimiendo su nombre y aferrándome a las sábanas para soportar lo que estaba sucediendo.

Y al parecer le encantó demasiado, porque hizo que me corriera muchas veces más, hasta el punto en el que el más mínimo toque, el más mínimo movimiento lograba que mi cuerpo reaccionara.

Sus gemidos se intensificaron y antes de que pudiera deducirlo, salió de mí y explotó acompañado de un fuerte gemido ronco que casi me aniquiló.

Ambos caímos exhaustos en la cama.
Lo único que se escuchaba eran nuestras reparaciones entrecortadas tratando de estabilizarse.

- ¿Estás bien? - cuestionó girando a mirarme. Un tono de preocupación salpicaba sus palabras. Estaba conciente de que sus acciones habían sido un tanto bruscas.

- Eso estuvo... Increíble...

Ambos reímos ante el tono casi estrangulado en el que habían salido mis palabras.

Definitivamente esto quedaría en mi memoria.

Ahora Montreal tendría un espacio en mi corazón.