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AMBER

Despegué mi vista de aquel libro de poesía que había atraído mi atención desde hacía unas horas al momento en que escuché mi teléfono sonar sobre la mesa de aquella cafetería en la que me encontraba.

Enfoqué mi vista nuevamente en el texto entre mis manos sin tomarle importancia, pero una vez más el aparato captó mi atención.

Suspiré con resignación dejando el libro a un lado y tomé el teléfono para desbloquearlo con desgano.

Era un mensaje de texto de Laura.

Uno más... Uno de los, probablemente, 50 restantes que estaban en mi bandeja de entrada.

En todos expresaba su preocupación por mí integridad.
Se notaba claramente mortificada por mi desaparición repentina.

Casi un mes había pasado desde Berlín, casi un mes desde que había regresado a Canadá.

¿La reunión con mi ahora ex jefe?... Sí... Aún la recordaba, por supuesto.

"Los profesionales no podemos ceder ante este tipo de situaciones, mucho menos si no es algo serio.
Es inaceptable, Harris."

Esas fueron sus últimas palabras antes de quitarme mi credencial y pedirme que me retirara del edificio.

Desde ese día, era una mujer desempleada que con más de 20 años había tenido que regresar a casa de su madre para no quedarse a dormir debajo de un puente por el resto de su vida.

No había tenido contacto alguno con ninguna otra persona de mi anterior entorno desde que me había mudado a las afueras de la ciudad.
No había vuelto a hablar con Laura. Ella ni siquiera sabía mi ubicación, pero de vez en cuando la veía en la televisión mientras trabajaba en los GP de la Fórmula 1.

Lo último que supe fue que ella y Daniel habían oficializado su relación y estaban viviendo la vida como una pareja perfecta.

Me había desvinculado por completo de aquel mundo que para mí en mis circunstancias parecía aberrante. Especialmente porque todo giraba en torno a Max.

Todo gritaba Max Verstappen en todas las formas posibles.

Le estaba yendo muy bien en el campeonato, nadie lo podía negar.

Y ciertamente todo aquello me llenaba de rencor.

Me enfermaba.

Solo me hacía reafirmar que la palabra "estúpida" estaba estampada en mi frente en el momento en que nos conocimos.

Me sentía tan vacía al verlo sonreír, tanto que solo quería regresar el tiempo para jamás haberme permitido conocer a tal persona que se atrevió a arrancármelo todo.

Maldita seas Verstappen.

Ni siquiera había mostrado un poco de empatía por mí...

Pff... Idiota.
Era un simple objeto que se puede utilizar y desechar para alguien como él.
¿Por qué debería darme explicaciones de sus acciones?

Sacudí mi cabeza para despejar mi mente.
No quería seguir pensando en todos los problemas y conflictos internos que aquella situación me había causado.

La ansiedad y la depresión se habían apoderado de mi sistema, a tal punto de tener que recibir un tratamiento médico temporal para poder manejar la situación.

Definitivamente muchas cosas habían pasado desde la última vez.

Terminé mi café y me dirigí hacia la salida de aquel agradable local que frecuentaba desde mi mudanza.

Miré el cielo obscuro y estrellado por unos segundos y emprendí mi caminata hacia casa con las manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta de cuero para mantener la temperatura.

Las calles estaban poco transitadas debido a que eran casi las 8 PM de un día domingo. Solo algunos transeúntes rondaban por ahí.

El vecindario estaba calmado, como siempre, la mayoría de personas que habitaban allí eran personas de la tercera edad, así que era muy poco común escuchar escándalos, mucho menos a esas horas.

Mientras más me acercaba era más notable que un auto estaba estacionado frente a la casa de mi madre.

Por un momento pensé que se trataba de alguna de sus amigas, o de algún visitante de algún otro vecindario, pero la extravagancia del vehículo me hizo refutar aquella teoría.

Era un Aston Martin, de un color negro brillante, tan reluciente cómo si fuera recién comprado.
No era común ver vehículos tan modernos o caros por el lugar.

O mi madre había asaltado una agencia de autos o efectivamente habían visitas en la casa.

No sé cuál me aterraba más.

Dejando el vehículo a mis espaldas, abrí la puerta con cuidado tratando de escuchar alguna voz distinta a la de mi madre.

- Hija... Por fin llegaste. - mi madre apareciendo de la nada me sobresaltó.

- Lo siento, me distraje en la cafetería... Oye...

- Alguien vino a verte. - ella afirmó interrumpiendo lo que sería mi pregunta por el auto que yacía afuera de nuestro hogar.

Me hizo una seña para que la siguiera hasta la sala de estar.
Hice una mueca de disgusto pero sin tener más opciones la seguí.

Y vaya que cometí un error.

Apenas entré a aquella habitación decorada con muebles y demás cosas hogareñas, me arrepentí de haberlo hecho.

NO FEELINGS • Max Verstappen •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora