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Namjoon

Esperaba de puntillas mientras contemplaba la puerta cerrada del despacho de Jungkook.

No estaba acostumbrado al sabor de la felicidad. No era desagradable, pero sí sorprendente. Estaba tan habituado a estar preocupado que había olvidado qué era vivir sin más. Esa mañana, mi padre se había ido al hospital para que le hicieran el tratamiento experimental y se había llevado la bolsa con la comida y los tentempiés que le había preparado (Siempre te preocupas por todo, eres como tu madre, me había dicho antes de darme un beso en la cabeza). Un taxi lo esperaba en el portal. Le había preguntado un montón de veces si estaba seguro de que el transporte estaba incluido en el seguro y me había dicho que sí.

No tenía ningún sentido, pero lo dejé pasar. Tenía el corazón esperanzado incluso antes de recibir un mensaje de Junmyeon.

Mi nuevo mejor amigo me había dicho que no podía investigar la noticia que me había comentado porque se iba a pasar un tiempo con su padre. Imaginé lo raro que debía de ser tener a Kim Donghae por padre, pero Junmyeon no conocía otra realidad. Me había enviado la información que tenía y me había pedido que me encargara de escribir la historia y le contara cómo iba.

Jungkook llegó a la oficina a las nueve en punto con un traje de lana azul marino y su expresión típica que decía: Déjenme en paz de una maldita vez. Yo empezaba a acostumbrarme a sus malas maneras y me atrevería a decir que me hacían sentir un cosquilleo en mis partes, que lo celebraban con un choque de puños.

Suspiré de alegría cuando lo vi llegar. El hombre se metió una mano en el bolsillo, sacó la llave de su despacho y abrió la puerta.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó con frialdad.

—Te estaba esperando —dije y junté las manos.

Normalmente, la primera reunión para hablar del programa era a las diez de la mañana, pero no podía esperar una hora entera para contarle la noticia que acababa de confirmar por teléfono, y Taeyeon y Jessica todavía no habían llegado.

Abrió la puerta con el rostro inexpresivo. Lo seguí, me senté en la silla que había frente a su escritorio y abrí Kipling, mi cuaderno.

—No puedo follarte aquí —dijo mientras dejaba el móvil sobre la mesa y se quitaba la americana.

Se me detuvo el corazón y abrí la boca de par en par.

Se metió dos chicles de menta en la boca y dio un sorbo al café antes de repasar lo que tenía que hacer esa mañana.

—Pero si quieres un poco de acción esta noche, puedes venir a mi casa después del trabajo. Pero iremos por separado, evidentemente.

Asentí y fingí considerar la oferta. Claro que quería volver a acostarme con él, éramos perfectos en la cama a pesar de lo malos que éramos el uno para el otro. Pero que considerara que ese era el motivo por el que había ido a su despacho era absolutamente ridículo.

—¿Sabes qué? Voy a decirte por qué he venido, tú te disculparás por comportarte como un imbécil y luego seguiremos con nuestras vidas. ¿Qué te parece?

Se sentó.

—De acuerdo, pequeño saltamontes, cuéntame qué tienes.

Puse los ojos en blanco y le acerqué el cuaderno mientras hablaba rápidamente.

—Junmyeon me ha enviado un mensaje esta mañana. Tiene información sobre una noticia, pero no tiene tiempo de investigarlo. Es sobre...

—Deja de pasar tiempo con él —me interrumpió.

CONVERSE (KOOKNAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora