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Jungkook

Si he aprendido algo haciendo las noticias durante más de una década es que las guerras no se miden por palabras, ni declaraciones ni suposiciones. Lo que las define son los resultados, el número de muertes y las tierras conquistadas. Cuanto más frías son, más tiempo duran.

Aquella tarde de primavera volvía de recoger mis trajes de la tintorería otra vez, ya que el joven Kim, el asistente de mi asistente, que me había chantajeado con sexo oral para que me encargara de mi ropa hacía una semana, pensaba que no merecía su ayuda. Había ganado la primera batalla.

En ese momento, Namjoon me evitaba, yo evitaba a Minki, y mi padre deambulaba por la redacción mirando a Namjoon con unos ojos que me ponían la piel de gallina, tanto que sentía la tentación de mudar la piel y dejar la antigua en el suelo del despacho. Pensé que las cosas no podían ir peor, pero, evidentemente, había subestimado el desastre de vida que tenía, porque Dong, el compañero al que había pedido que investigara a Namjoon, estaba en el umbral de la puerta cuando volví al despacho.

—¿Estás preparado para esto?

De algún modo, me sorprendió comprobar que había pasado la última semana trabajando en lo que le había pedido en lugar de bebiéndose su peso en alcohol con el anticipo que le había transferido a la cuenta.

Le hice un gesto con la mano para que cerrara la puerta y se sentara.

—Déjate de modales, no soy una ama de casa de los años sesenta.

—Kim Namjoon está hasta el cuello de deudas e intentando nadar a contracorriente. Su madre falleció cuando él tenía trece años y al padre le diagnosticaron cáncer el año pasado. —Se acarició los labios con los dedos mientras me daba la información con frialdad y se sentó en la silla que había frente a la mía—. Cuando tu chico se enteró de que su padre tenía cáncer, dejó sus prestigiosas —y no remuneradas— prácticas y empezó a trabajar en dos sitios a la vez para ayudar con las facturas. Evidentemente, con su sueldo no podía pagar un piso en esta puta ciudad, ni mantener el estilo de vida de los propietarios de pisos en Gangwon. Su padre ha dejado recientemente de hacer quimioterapia porque no se lo pueden permitir. Tienen facturas sin pagar, la nevera vacía y viven en Gang Sky.

Si tuviera corazón, se me habría detenido en ese momento, pero como no era así, lo único que pude hacer fue odiarlo un poco menos por lo de la cartera. Como parecía calmado, Dong lo interpretó como una invitación para seguir hablando.

—Tenía novio, pero al parecer ya no están juntos. Según las cámaras de videovigilancia, se le vio salir de su piso por última vez el día que se fueron juntos al hotel de Oh Towers, y no me des detalles, porque no me interesa lo más mínimo. Al parecer, tu chico no sabe que el novio, Yang, le había comprado un anillo de compromiso, que todavía conserva en la mesilla de noche. Y, si nos basamos en que el chico ahora lo hace el vacío cada vez que llama, creo que podemos afirmar que no pretende volver con él. Por cierto, ¿he usado bien la expresión hacer el vacío?

Sentí que se me dilataban las fosas nasales y no estaba seguro de qué me ponía de peor humor, si el hecho de que Dong intentara aparentar menos de ochenta y cinco o la idea de que Namjoon se hubiera podido acostar con su novio el día que se la metí dentro.

—Continúa.

—En cuanto a pasatiempos, le gusta leer libros de misterio sentado en el porche los sábados por la mañana, prefiere el café de Costa al de Starbucks y los bagels a los tacos. Los domingos se va a la biblioteca pública de Seúl y lee desde el Newsweek hasta The Korea Times, pero cada vez pasa del Post y de las secciones de cotilleos, y come golosinas ácidas cuando nadie lo mira.

CONVERSE (KOOKNAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora