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Jungkook

Eso hizo.

Y menuda noticia había conseguido.

—¿El primer ministro, Ji Chang, ¿ha hecho qué? —Taeyeon escupió parte del café encima del iPad en la sala de reuniones.

Kim Namjoon era un chico ambicioso. Podía llevar la carga de trabajo de dos personas y siempre que alguien tenía un contacto o alguna pista que no quería seguir, ya fuera porque les daba pereza, estaban demasiado ocupados o bien porque no sabían si era un callejón sin salida, se lo encomendaban a él.

—Ji Chang filtró los correos electrónicos comprometedores. —Namjoon asintió sin dejar de escribir en el ordenador—. Ahora todos creen que el presidente lo sabía y que lo orquestaron juntos. Si esto fuera cierto, las reglas del juego cambiarían por completo.

—¿Cómo podemos saberlo? —Eunwoo se rascó la cabeza.

—Interrogando al representante —respondió Namjoon con los ojos encendidos por la emoción.

No me gustó cómo lo miró Eunwoo. Lo miraba igual que yo, como si el chico fuera un número de lotería premiado: era atractivo, inteligente, ambicioso y compasivo.

—Nam, has nacido para esto. —Taeyeon golpeó la mesa repetidamente como si fuera un tambor.

Jessica dio un gritito de alegría al lado de Junmyeon, y uno de los periodistas que se sentaban al lado de Nam le chocó la mano. Todos parecían entusiasmados con la nueva incorporación.

Y yo era el que lo estaba jodiendo. En sentido literal y figurado.

—Está bien, tampoco hace falta que mojemos la ropa interior por el simple hecho de que Namjoon sepa leer mensajes y seguir pistas. —Hice un gesto con la mano para que todos volvieran a trabajar.

Cuatro horas más tarde, acabamos uno de los programas de noticias más escandalosos que habíamos hecho nunca, y se tuiteó tanto el nombre de Kim Donghae que parecía que hubiera grabado una cinta de porno casero con tres jugadores de la liga de fútbol y un payaso de circo.

Todo el mundo hablaba de la noticia.

Sin embargo, la planta superior de OBC estaba sumida en un silencio sepulcral.

Sabía que Dean había traído a Namjoon a la redacción para remover la mierda. Pero, por azares del destino, él había resultado ser inmune a sus encantos de nuevo rico y, además, me había traído las mejores noticias a la puerta del despacho cada día, como si fuera un felino leal.

Como conocía a mi padre, estaba convencidísimo de que aún se guardaba algún as en la manga para intentar echar por tierra lo mucho que había progresado en OBC.

Cuando volví a casa, pedí un taxi para que recogiera a Namjoon. Normalmente, no me ocupaba de este tipo de llamadas, pero no podía pedir a mi asistente personal que me mandara a un empleado a casa. Como todavía tenía tiempo, fui al gimnasio que había en el edificio, practiqué un poco de boxeo, pasé un rato en la sauna y luego me duché. Me puse unos vaqueros oscuros y una camiseta blanca con cuello en v y pensé que, como no quería que Namjoon estuviera hambriento, de mal humor ni distraído cuando le profanara el rostro o el trasero, lo mejor sería darle de comer antes de acostarme con él.

Con eso en mente, salí a la calle, que estaba totalmente iluminada.

¿Comida china? No me apetecía que me echara el aliento a comida transgénica en el pene y por las sábanas. ¿India? A lo mejor era alérgico a los frutos secos. ¿Griega? La comida mediterránea era una apuesta segura, pero Minki siempre se quejaba de que el restaurante tardaba muchísimo en llevar comida a domicilio. Por un momento pensé en mandarle un mensaje a Namjoon para preguntarle qué le apetecía cenar, pero descarté la idea rápidamente. Lo último que quería era que pensara que aquello era una cita.

CONVERSE (KOOKNAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora