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Jungkook

Por lo que a mí respecta, la locura tiene un olor muy particular.

Huele a loción corporal de flores y a Bleu de Chanel y ese olor me quita el apetito en cuanto entra por la puerta del despacho y me llega a la nariz.

El día había empezado mal. Namjoon estaba trabajando muy duro para traerme las mejores noticias del último año y para evitarme a la vez.

Tenía tantas ganas de casarme con Minki como de follarme a un cactus en directo en la televisión. Saber que había renunciado a dominar el mundo y a Newsflash Corp haría muy feliz a mi padre. Sin embargo, mi madre estaría muy decepcionada, no porque quisiera nietos, sino porque quería que me convirtiera en el próximo Richard Branson, el magnate de Virgin. En cualquier caso, ya me había ganado el trono de magnate de la comunicación, pero hasta yo tenía límites.

Y en ese mismo momento los estaban poniendo a prueba. El olor empalagoso fue acompañado de un golpe.

—¿Dónde está él? —Un chillido de loco irrumpió en la oficina.

Levanté la mirada del ordenador portátil y vi que mi prometido se había subido a uno de los escritorios de la redacción. Llevaba un traje muy pegado tan horroroso como caro y zapatos con plataforma alta. Siempre iba de rojo y negro, porque Minki no tenía diferentes estados de humor, solo una obsesión enfermiza por parecer rico.

Levantó una pantalla y la estampó contra el suelo. Jessica y Eunwoo retrocedieron con un grito y Taeyeon se levantó y se acercó a Minki; yo me levanté y fui a la redacción a buscar a Namjoon, pero no la veía por ninguna parte. Menos mal. Parecía que Minki tenía ganas de pelea, aunque si tuviera que apostar, apostaría por Namjoon.

—Minki —dijo Taeyeon con un tono autoritario pero calmado—, si quieres salir de aquí por tu propio pie y sin esposas, te sugiero que bajes del escritorio y dejes de romper cosas.

—Cállate, zorra. Por lo que sé, es contigo con quien tiene una aventura — dijo Minki mientras apuntaba a Taeyeon con una de sus largas uñas.

Salí del despacho y me detuve frente a la mesa en la que Minki estaba subido. Todo el mundo lo miraba como si fuera Moisés y estuviera nombrando los diez mandamientos. Minki no me vio acercarme, probablemente porque estaba demasiado ocupado teniendo un berrinche en público.

—¿Crees que Jungkook tiene un amante? —Taeyeon se tocó los labios como si estuviera pensando.

—¡Sé que lo tiene! Alguien ha estado entrando y saliendo de su edificio. Tengo orejas y ojos en todas partes.

—Por Dios —dijo Taeyeon.

Puede que fuera una coincidencia, pero Minki estaba subido en la mesa de Namjoon. No sabía cómo reaccionaría al ver que Minki le había roto la pantalla, pero estaba convencido de que Minki no sería el único chico gritando en la redacción.

—Minki, te estás dejando en evidencia y, lo que es más importante, me estás avergonzando a mí. Baja de ahí inmediatamente —ordené con un chasquido de dedos.

Sin embargo, en cuanto lo dije, caí en la cuenta de que no era cierto. Minki no me avergonzaba, de hecho, hacía mucho tiempo que había dejado de hacerme sentir, en general, y ni siquiera ser el hombre más poderoso del mundo valía la pena si tenía que aguantarlo, aunque solo fuera sobre el papel.

Éramos una pareja perfecta según la monarquía de Seúl, pero solo habíamos conseguido hacer que el otro viviera un infierno. En ese preciso momento, decidí que ya estaba harto, aunque eso significara que iba a ser un poco menos rico y menos despiadado. Estaba dispuesto a sacrificarlo para librarme de esa alimaña.

CONVERSE (KOOKNAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora