4 •Cupcakes•

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Una mujer de traje negro, algo entrada en edad, estaba sentada en su silla de cuero detrás de su escritorio, recta, acariciando las perlas blancas que adornaban su cuello, miraba a todos a su al rededor con superioridad.

-¿Una pastelería dices?

- Así es señora, en la ciudad todos hablan del nuevo pastelero que vende postres en la plaza central.- El empleado tenía la cabeza baja, no tenían permitido mirarla a la cara. - Según dicen, abrirá su negocio en la propiedad del bar Lee, hasta ya están edificando de echo.

-¡¿El bar Lee?!- La mujer soltó una risa incrédula. - Que tipo de brujería habrá echo para que el desagradable de su dueño le diera permiso, ese tipo nos rechazo todas las ofertas que le hicimos por ese bar mugriento y ahora...- La mujer sacudió la mano en el aire tratando de disipar su indignación, volviendo a su postura firme los miro con seriedad. -De todas formas, ya tenemos dos cafeterías bien posicionadas en la ciudad no creo que vaya a ser una molestia.

- Permíteme contradecirte está vez, madre.- Un joven de cabello castaño y traje igual de negro, entro a la oficina trayendo unos papeles en la mano consigo. -La última vez que dijimos que algo no sería una molestia, fue cuando el señor Seo abrió su propia constructora y la nuestra...

-... Cerro por falta de clientes y todos nuestros empleados pasaron a ser suyos.- La mujer se refrego el entrecejo recordando aquel echo.

-Y también, cuando viste a aquel chico escandaloso que marchaba con su pequeño grupos de amigos por la calle con ese cartel de colores, y ahora...

-Tengo que soportar ver las calles llenas de esas personas vulgares armando su alboroto todos los meses de junio ¡Por dios! Solo pensar en esos colores chillones me hacen doler la cabeza.- La mujer exhaló en frustración, ella amaba el control y últimamente, esto se le estaba escapando de las manos. -Tienes razón hijo mío, hay que mantener los ojos bien abiertos ¿Crees que pueda confiarte esa tarea a tí?

-Claro que si madre, todo lo que sea por la familia.- El chico sonrió altivo, sacudiendo los papeles que había traído.

La mujer compartió su sonrisa, satisfecha al ver los documentos que tenía delante. -Se un digno portador del apellido Kim...

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Felix se paró frente al edificio, miro repetidas veces su celular, asegurándose que la dirección que le habían enviado era correcta y si lo era. Se quedó admirando lo alto y lujoso que parecía, como más de diez pisos, con sus azulejos de color blanco brillante, recién pulidos y una puerta de entrada de color dorado.

Bangchan, que lo había ayudado a llegar, le había dicho que está era la zona norte de la ciudad y que era conocida por ser el lugar predilecto para vivir de las familias más adineradas de la ciudad.

Dejó sus bolsas, llenas de ingredientes y utensilios, en el piso. Todavía tenía un gran pedidos de cupcakes que cocinar, sin embargo, sabía que su pequeño horno eléctrico no aguantaría tanto y tardaría mil años en terminar. Por eso, uno de sus nuevos "empleados" le ofreció su casa para que los cocinara y de paso les enseñaba lo básico de pastelería, y veía si los contrataba o no.

Porque si, les había dicho que todavía estaban a prueba, la verdad, no sabía si contratarlos, no solo por la paga, si no más bien que estos no parecían muy interesados en la repostería, más bien solo eran niños interesados en el dinero y el desinterés frustraba a Felix.

-¡Oh jefecito! ¿También recién llega?- Un chico de cabello castaño claro y mejillas redondas, se acercó a él montando una bicicleta.

-Ah, hola. ¿Tú eras...?

El Rincon de Felixidad || {Felix x SKZ}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora