Tentación demoniaca

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En medio de la noche, en la biblioteca de su morada, Strange batallaba con su concentración intentando estudiar, su memoria infalible se veía perturbada esta vez por persistentes pensamientos sobre Wanda y la llegada de Visión. La idea de que pudiera irse con el en cualquier momento le era desagradable.

De un momento a otro el frio salón adoptó un ambiente caluroso y denso, en el aire podía saborearse un dulzor cautivamente y se dejo sumir en una sensación cálida y placentera. Sintió como un par de lumbreras verdes lo observaban, era Wanda. Se asustó al verla ahí, no tenía permitido merodear por la casa, había roto las reglas.

— ¿Qué haces? No puedes estar acá.

Ella solo guardó silencio y le sonrió mordiéndose los labios.

Ella solo guardó silencio y le sonrió mordiéndose los labios

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— ¿Wanda? ¿Qué está sucediendo?— su voz tembló.

— ¿Qué habría de suceder Stephen? — caminó hacia el sin quitarle la mirada— solo quería visitarte.

— No juegues Maximoff, estoy tratando de ser paciente contigo, sabes que no puedes estar aquí y no tiene sentido que vengas a visitarme...

— ¿Por qué no? No quiero escapar, solo quería verte—su voz se tornó aún mas seductora

— No quiero saber lo que estas haciendo bruja, pero mas te vale que pares ahora.

—Voy a parar si tú quieres que lo haga—le dijo acercándose a su rostro y tocando su mejilla.

— Esta bien Wanda, aléjate de mi por favor, sé lo que quieres pero no lo vas a conseguir — se dio la vuelta evitándola.

Ella lo siguió y abrazó por la espalda, el no hizo nada, se quedó paralizado. La situación estaba comenzando a despertar algo en el que parecía haber estado siempre dentro de el pero oculto.

— He soñado contigo — besó su cuello— es tu culpa.

— Wanda estás muy mal, no puedes hacer eso. — Volteó hacia ella y la alejó.

— ¿Tú no quieres hacerlo?

— ¿Hacer qué? - se hizo el desentendido — Ya basta por favor.— la tomó del brazo e intentó abrir un portal para enviarla a su habitación pero antes de que pudiera hacerlo ella le estampó un beso en el cuello.

No la apartó, esa descarga eléctrica que emergía de su contacto era ineludible, casi lo hizo perder los estribos.

— ¿Quieres hacerme tuya Strage? Hazlo.

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