Si buscas, encontrarás (dentro de ti)

856 30 0
                                    


Nunca se había tratado de ella. Esa era la mayor certeza de la que Aetheerok disponía cuando pensaba en todos los años que había pasado al servicio de la Línea. Siempre había estado plenamente disponible para ellos, llegando a anteponer a sus necesidades, deseos y felicidad los pasos que debía seguir para ser una buena acólita. Pero eso se había acabado, y su propia libertad se contaba entre las muchas y principales razones por las cuales creía tan fervientemente en su plan y en su destino.

Soltó la daga de golpe, y esta se hundió en el agua con un suave sonido, mientras contemplaba frente a sí a la última de las versiones que quedaban de sí misma en el mundo.

—No voy a hacerlo —se juró, mirando a la que era su reflejo a los ojos y tranquilizándola con ese simple y bajo susurro—, porque no nos merecemos desaparecer... 

La noche era oscura, y una luna partida iluminaba el ambiente con suavidad, reinando sobre las tinieblas con gracia y dulzura. El rostro de la mujer quedaba iluminado por ella, consumido, sin embargo, por una miríada de sentimientos que lo oscurecían.

—Aetheerok, tienes que hacerlo...

Se sorprendió al escuchar estas palabras de su otra versión, incapaz de dar crédito a lo que escapaba de sus labios. Hasta ese punto llegaban las mentiras de la Línea... 

—No —reiteró, sin dudar lo más mínimo frente al ruego de su versión. 

Era plenamente consciente de que no eran sus propias palabras las que escapaban de su boca, y de que estaban intentando manipularla desde la orilla para que asesinase a su versión; lo único que desconocía era el motivo por el cual resultaba tan urgente para la Familia obligarla a retirarse a sí misma del mundo, quedando así expuesta a todo, y con una única vida humana. 

—Si no lo haces, no habrá un lugar para nosotras, no seremos elegidas, y la Línea dejará de protegernos. No hay otro camino... y nadie ha despreciado jamás una oportunidad semejante. 

—Si el precio es mi alma, si he de renunciar a mi libertad —explicó con dulzura a su versión, que la contemplaba horrorizada—, no quiero la victoria. Que nunca antes nadie haya elegido este camino, no implica que no sea uno lleno de gloria y paz, y yo me niego a seguir participando en un juego que no me representa... Al menos debes entender eso. 

Su otra mitad se aproximó más aún, tratando de razonar con ella, de convencerla como fuera posible. 

—Llevas toda tu vida buscando esto, trabajando para lograrlo y renunciando a todo lo demás solo para tener la oportunidad de poder conseguirlo, ¿de verdad vas a tirar tanto trabajo por la borda y a abandonar aquello que, en el fondo, sabes muy bien que amas...? 

Tras mirarla unos instantes a los ojos con profundidad, Aetheerok rompió a llorar, pero asintió con vehemencia, mientras dos lagrimones rodaban por sus mejillas. 

Su formador ya se lo había avisado: eran implacables cuando trataban de convencerte para quedarte. 

—Puede que una parte de mi alma siempre vaya a amar esto, pero hay otra que quiere algo mejor para mí... una que desea elegir su propio camino, elegirme a mí misma, en definitiva, y luego ver qué es lo que permanece. Nunca me he elegido a mí misma: siempre han sido ellos, y estoy cansada de relegar mis deseos por juegos estúpidos.

—Nos estás condenando a la muerte —sentenció su reflejo, alzando una mano, tratando de manipular su mente tras distraerla—. Nadie puede sobrevivir lejos del abrigo de la Línea; el bosque no es lugar para nosotras, y bien lo sabes: no duraremos ni dos días. 

Ni siquiera esa certeza podía frenar a la joven ya, que cerró los ojos con fuerza y apretó la fina medialuna de plata que llevaba al cuello entre el índice y el pulgar de su mano derecha, susurrando para sí misma unas palabras que se desvanecieron en la inmensidad de la noche, como un eco lejano jamás destinado a existir en primer lugar.

El cielo azul y la medialuna de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora