Libro 2: Capítulo 4. Profecía

34.1K 4K 1.6K
                                    

56: Profecía

56: Profecía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Kayla

No hizo falta que soltara en voz alta mi confusión. Debió notarse en mi cara, porque mi abuelo me puso las manos en los hombros y me guio hasta sentarme en el alfeizar de la ventana. Ni siquiera pude rehuir a su tacto en primer lugar.

—Kayla, sé que me he equivocado... Pero tienes que creerme que todo lo he hecho para protegerte, porque te amo. Y esto... incluso con Hodeskalle, yo...

—¿De qué carajos estás hablando? —logré esbozar. Apenas nombró a mi pareja otra vez, reaccioné y me puse de pie. Me quité las manos de mi abuelo de encima.

Él levantó las manos y se alejó unos pasos, en modo conciliador.

—Te voy a explicar —me dijo, señalándome el alfeizar, pidiéndome que me sentara, pero yo no lo hice. Fruncí el ceño y me crucé de brazos, a la espera—, pero por favor, aunque no tenga derecho a pedírtelo, intenta comprenderme.

No contesté, lo miré seria, tratando de ser fuerte. Por dónde iba la sugerencia de sus palabras no me gustaba. Me acarreaba a lo que dijo en la mañana, en como Aleksi tuvo que jurarme que jamás me lastimaría.

Mi abuelo volvió a retroceder y lentamente bajó las manos. Inspiró profundamente, aceptando que no iba a obedecerlo.

—Hace miles de años... después de que Mørk Hodeskalle se convirtiera en una leyenda, después de que yo me separara del clan Edevane y vagara solo por este mundo, buscando mi lugar, se empezó a escuchar una canción. Resonaba en todos lados, como un poema, una advertencia o quizás una esperanza para aquellos que le tenían miedo —comenzó—. No sé de dónde salió y por mucho tiempo, muchísimo, creí que era una fantasía. Recuerdo... en algún momento, haberle preguntado a Hodeskalle si sabía de qué se trataba. Tengo aún en mi mente su respuesta, un encogimiento de hombros y un susurro sobre que, si llegaba a suceder, no tendría miedo y que sería muy sencillo deshacerse de la amenaza.

Calló y yo empecé a temblar.

—¿Qué mierda de amenaza? —siseé—. ¿Yo?

Apretó los labios. Pareció que no quería decirlo.

—... «Cuando esté en la cumbre, nacerá una del día y la noche. Cuando él se abrace a la sombra, aparecerá una del sol y la luna. Cuando crea que nada pueda tocarlo, ella será la única con un poder para quebrarlo. Y ese día, Mørk Hodeskalle estará de rodillas, porque la niña que rehúye a la sangre y persigue el alba, será su única amenaza» —oró.

Me quedé muda de nuevo. Los temblores en mi cuerpo se hicieron más que evidentes. Se me vencieron las piernas y caí sentada en el alfeizar. Me castañearon los dientes y me mordí la lengua.

Parecía la prosa de un cuento fantástico, una lírica épica. Estaba cargada de una esperanza vana, como mi abuelo dijo, pero lo que más me asustó fue la niña de la profecía era una salvadora, una heroína, porque Mørk Hodeskalle era sin dudas el villano de todas las pesadillas, no solo las mías.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora