Libro 2: Capítulo 30. Tener el poder

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82: Tener el poder

82: Tener el poder

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Kayla

Salimos de la habitación antes de las doce de la noche. Yo ya no me sentía alterada ni enojada, como sí me sentí al regresar a la mansión. Aunque aún estaba fuerte, por supuesto, el sexo había ayudado a calmar mi ansiedad y mi locura.

Ahora, tenía la mente clara. Estaba lista para enfrentarme a lo que venía y por eso mismo sabía que no podíamos perder más el tiempo entre las sábanas. El punto de encuentro quedaba a medio camino de la ciudad donde habíamos recogido a Bryony y todavía hacia falta terminar de organizarnos.

No nos sorprendió encontrar a toda la familia dando vuelta por la casa. Tomé la mano de Aleksi y la apreté. Teníamos que hablar con mi abuelo sobre lo que habíamos visto y aunque Alek opinaba que la noticia podría distraerlo, los dos estábamos de acuerdo en que había algo que mi bisabuela tramaba y más nos valía estar preparados.

Lo que a mi no me agradaba de todo eso era tener que admitir que me había escapado para alimentarme de más de una docena de vampiros. También pensaba que a quien no iba a gustarle iba a ser a mi padre, porque se vería expuesto ante el suyo. Yo sabía que lo estaría acusando con él, incluso aunque me echara toda la culpa, tanto mi padre como mi abuelo no lo tomarían de esa manera.

Me forcé a creer que esa parte no era mi responsabilidad, precisamente. Podía hacerme responsable de mis decisiones, pero no de la manera en la que mi familia vería el asunto.

Cuando llegamos al comedor, donde se ultimaban la mayoría de los detalles, en presencia de mi abuelo, noté que mi padre no estaba por ningún lado. De alguna manera, me sentí aliviada por ello y junto a Aleksi avanzamos rodeando la mesa para acercarnos a él. Al vernos, él nos dirigió una sonrisa incómoda.

—¿Descansaron?

No tuve que mirar a mis tíos Allen y Sam para saber lo que estaban pensando. Me quedé helada y todo lo que había practicado en mi cabeza, todas las palabras que había escogido para explicarle que su madre seguía viva, se esfumó. Miré a Aleksi, imperturbable a mi lado, sin tener idea de nada, y no supe si quería morirme de la vergüenza o matarlo a él por no haber cancelado el sonido de nuestro cuarto.

—¿Qué? —dijo él, cuando me lo quedé viendo casi un minuto con una expresión asesina.

Mis tíos apretaron los labios, se esforzaban por disimular, como si no pensaran lo que pensaban, pero yo conocía cada vez más rápido lo que la gente a mi alrededor pensaba. No sabía si era solo la sangre en mi sistema o que mis habilidades evolucionaban.

—Sí, descansamos bien —le respondí a mi abuelo entre dientes, girándome hacia él—. ¿Tienes un minuto? Me gustaría hablar contigo.

Mi abuelo asintió, pero luego, después de echarle una miradita al resto del comedor, pareció dudar.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora