Capítulo 50. Los invitados

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50: Los invitados

50: Los invitados

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Kayla

Me desperté pasado el mediodía siguiente con las piernas enredadas en las de Aleksi y una posición bastante incómoda. Pero cuando vi su rostro, tan bello y tranquilo, junto al mío, me olvidé de cualquier contractura.

Estuve acurrucada a su lado, acariciándole los brazos y el pecho desnudo, hasta que se despertó y me dirigió una sonrisa tan atractiva que, sumado a la intensa reconciliación de la noche anterior, agitó mi enamorado corazón.

—Espero que estés listo —le dije, dándole un beso en la mejilla antes de abandonar la cama.

Escuché que me preguntaba para qué, pero me metí al baño en vez de responder. Empecé a bañarme sola, aunque no me extraño que apareciera para compartir la ducha. Por más que nos contuvimos, no pudimos evitar darnos besos y abrazos y estirar ese baño más de lo que debería haber durado.

Sin embargo, yo estaba más que decidida y no me anduve con rodeos. Me sequé, me vestí y me arreglé de forma casual, pero seria y romántica, como se suponía que la charla con mi familia sería.

Aleksi me imitó. Usó una muda de ropa que había dejado en mi cuarto, antes de colocarse su máscara, y pronto los dos salimos de mi habitación por la puerta principal, tomados de la mano.

—¿Estás muy segura? —me preguntó él. Le asentí una cantidad de veces alarmante y solo cuando nos acercamos al vestíbulo dejé de hacerlo—. No tiene que ser hoy, quizás estén todos un poco ocupados —me susurró, pero no entendí a qué se refería hasta que, de pronto, ingresando al vestíbulo, escuché un montón de risas estridentes.

Fruncí el ceño y miré a Aleksi con un montón de incógnitas en la cara. Dentro del living, más allá, había muchísimas mujeres y no tenía ni idea de quienes eran. Me asusté un poco y estuve a punto de soltar la mano de mi novio.

—¿No se fueron todos? —dije. Por supuesto, él lo sabía. Y yo, para no sucumbir al pánico, le apreté la mano con fuerza. Si lo soltaba ahora, no tendría el valor para sujetarlo de nuevo y perdería toda la confianza y la seguridad que había acumulado en la noche.

Aleksi me dedicó una sonrisa apenada.

—Tu abuela mencionó que se quedarían algunas de sus amigas. Se marcharán esta noche. Por eso te preguntaba si estabas totalmente segura de querer hacerlo ahora. Pensé que querrías planificarlo más... —Se calló y amagó con soltarme, por lo que le fruncí el ceño y me llevé nuestros puños al pecho, con una expresión de seria advertencia. Él solo bufó—. Todos sabemos que estás aterrada, conejita, por favor.

—No estoy asustada. Se supone que tu debes creer en mi —le espeté, entre susurros—. Voy a decirle a todos. Incluso que anoche cogimos como conejos, si es necesario. ¡Así que Shh!

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora