58: Debilidades de la sangre
Kayla
En el aeropuerto mi tía se encargó de conseguirnos un buen auto. Había que conducir bastante y esta vez Aleksi tomó el volante, porque ya conocía el camino. Según él, su madre vivía ahí hacia siglos, mucho ante de que se instalaran los resorts turísticos y las playas antes desiertas se llenaran de humanos vacacionando.
Yo oculté mis enormes deseos de ver el mar y me senté atrás con Elliot, que había vuelto a abrir el mapa en su tableta. Él me mostró hacia dónde íbamos, hacia Cala Mesquina, una pequeña urbanización que compartía el nombre también con su playa principal. Tenía un Spa, según pudimos ver en Google.
—Mi mamá vive alejada de la urbanización —nos explicó Aleksi, al tomar la autopista número 15.
No teníamos ni idea de qué nos encontraríamos al llegar, así que no conversamos mucho, excepto cuando mi tía nos relató los mensajes que estaba intercambiando con mi tío Allen. Que Jane ya había visto a Oliver y que había gritado y que también le había querido arrojar una silla. Que sus padres estaban ya despiertos y que ahora estaban afrontando el shock de toda la verdad. Que habían cazado a un espía Edevane en los alrededores y que tenían nueva información del nefasto clan.
—Arthur se ha retirado —soltó mi tía, con una larga exhalación—. Sigue vivo, pero al haber perdido ambas manos, no puede tomar una participación activa.
Aleksi apretó el volante. Los nudillos se le pusieron blancos. El plástico que recubría el mando se rompió.
—Pero aún puede dar órdenes —dijo Elliot.
—Su hijo Arnold está a cargo ahora —siguió mi tía.
—Es joven —contestó Aleksi—. Tienes unos cuatrocientos años.
—Años más, años menos —comenté yo, cruzando una miradita con Elliot, sobre qué era ser joven para un vampiro.
Aleksi me observó por el espejo retrovisor. Me dedicó algo parecido a una sonrisa.
—Me refiero a que ha perdido a sus hijos más longevos y experimentados. Arnold es uno de los últimos.
—¿Cómo cuántos hijos tiene esta gente? —masculló Elliot, logrando que mi tía bufara.
—Son cientos y cientos. Arnold era el hijo mayor de Everald, mi abuelo —aclaró, con un siseo. Se había cruzado de brazos y miraba por la ventanilla como si quisiera fulminar a alguien ahí fuera—. Benjamín era el segundo. Cedric, el tercero, Donnovan, el cuarto y así sucesivamente. Cada uno solo podía nombrar a sus hijos con la inicial de su nombre. Es una forma ridícula de tenerlos ordenados, pero es evidente que han estado intentando reproducirse y tener vampiras de sangre de forma desesperada, y cada hijo de Everald tiene varios hijos y cada uno de ellos, varios más. Mientras más lejos estén de la A y mientras más joven sea, menos estatus tienen en el clan. El vampiro que castré es hijo del hijo del hijo de un H. Es prácticamente un don nadie. Seguro se creyó que la misión de convertir a Oliver y atraparme lo elevaría a un puesto cercano a Arthur, lo suficiente como para ser algo así como un heredero.
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Hodeskalle [Libro 1 y 2]
VampirosCuando Kayla White, una semi humana y la menor de su clan, asesina por error a un compañero de clases, no tiene más opción que hacer un trato con Mork Hodeskalle, un vampiro milenario y peligroso que tiene una sola cosa en mente: llevársela a la cam...