Cuando Kayla White, una semi humana y la menor de su clan, asesina por error a un compañero de clases, no tiene más opción que hacer un trato con Mork Hodeskalle, un vampiro milenario y peligroso que tiene una sola cosa en mente: llevársela a la cam...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Kayla
Contar mis verdades implicaba que Jane debía conocer la suya y lo que estuvo a punto de sufrir. Mientras la miraba a los ojos y percibía el miedo que me tenía, el olor de su terror, presente en sus palmas sudadas, me pregunté si era mejor decirle cualquier otra cosa, arruinar su ya endeble percepción de mi y seguir dándole la idea de que nada malo le había ocurrido.
Pero casi al instante, me di cuenta de que ocultarle las cosas por su bien no tenía ninguna utilidad. Yo misma me quejaba de que mi familia me ocultaba cosas porque no me creían, evidentemente, capaces de manejarlas. Estaba haciendo al final mismo con mi mejor amiga y no era para nada justo perpetuar la mentira.
—Esa noche me mandaste un mensaje muy extraño. Supongo que en realidad no recuerdas nada —empecé, dándome la vuelta y vagando por mi habitación—. Corrí a buscarte pero no sabía en qué departamento de ese edificio estabas. Dejaste de compartirme la ubicación, así que le pregunté al oficial de seguridad del edificio si podía informarme sobre ti. Él no me dejó pasar y tampoco me dio datos. No me contestabas, así que tome una decisión que creo que fue la mejor que hice en mucho tiempo.
Me giré hacia ella y tomé aire. Jane me había estado siguiendo con la mirada. Sus pupilas seguían muy dilatadas y su pecho se movía de arriba abajo.
—¿Qué decisión? —inquirió, con un hilo de voz.
—Salté a los balcones —confesé, ignorando el respingo que dio—. Saltar grandes alturas no es difícil para mí. Así que fui departamento por departamento hasta que encontré un grupo de como seis o siete hombres que estaba desnudando a una chica inconsciente: tú.
Jane no se movió y yo me senté en los sillones, evaluando la expresión de su rostro. Pasó del miedo, al desconcierto. Luego, su mirada de llenó de entendimiento y de puro terror otra vez.
—¿Me...? ¿Me...? Ellos... ¿James...? —balbuceó. Su semblante empalideció.
—Llegué a tiempo, Jane —dije, con tono bajo. Vi como algunas lágrimas bajaban de sus ojos y recordé la irá que sentí en ese momento. También sentí ganas de llorar, pero no podía hacerlo aún—. Te saqué de ahí y tuve... tantas ganas de matarlos...
Se me cortó la voz y no pude retener las lágrimas de ira. Cerré los ojos durante un momento y cuando los abrí, Jane se estaba deslizando al suelo, contra mi pared. No me moví ni fui a socorrerla porque no quise asustarla. Si me acercaba, no le daría espacio para recuperarse.
—Iban... ¿iban a violarme? —susurró. Se tapó la boca con las manos y ahogó un gemido—. Yo... confié en él...
Apreté los labios. Me limpié las lágrimas de las mejillas y tomé aire. Amagué para ponerme de pie, pero volví a hundirme entre los almohadones de mi sillón.