Capítulo XVI

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La luz del sol dio de lleno en el balcón de Carla

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La luz del sol dio de lleno en el balcón de Carla. Había dejado las cortinas abiertas, por lo que sintió el calor en su espalda y al abrir los ojos tuvo que cerrarlos cegada por la luz. Había dormido muy mal, se sentía ansiosa por haber aceptado la propuesta de Marcos. Tenía muchas dudas sobre cómo la iban a llevar a cabo, muchos interrogantes. Marcos era alguien que le transmitía seguridad, pero al mismo tiempo su actitud despreocupada y libre lo hacían un poco infantil. Eso le daba miedo. No estaba segura de si podría hacerse cargo de una situación como la suya. Sería el momento de descubrirlo. Le estaba dando la oportunidad de demostrarlo y se estaba dando la oportunidad de conocerlo, de no ser tan estructurada, de ser más flexible.

Se dio una ducha rápida, cepilló sus dientes y sin más cruzó a la casa del vecino. Necesitaba seguir hablando con él, disipar las dudas para frenar la ansiedad, ponerse de acuerdo. Al llegar a la puerta se acomodó un poco la ropa que se había puesto, en verdad lo primero que había encontrado, y golpeó. Esperó unos minutos sin respuestas, jugó nerviosa entrelazando los dedos de las manos y volvió a golpear cuando Marcos abrió la puerta. Solo tenía un pantalón pijama y el torso desnudo. Carla se quedó sin respiración y pensó que quizá se apresuró en hablarle. Estuvo a punto de girarse y correr hacia su casa, pero sus piernas estaban clavadas en el suelo, y sus ojos en el torso del vecino. Firme, no demasiado musculoso, lo justo y con un camino de vello que se escondía en la cintura de su pantalón pijama demasiado baja.

—Espero que se te esté quemando el apartamento para golpearme a esta hora —pronunció Marcos con voz ronca y ojos achinados.

—¿Dormías? —pregunto Carla nerviosa que ya sabía la respuesta. Marcos le dio espacio para que pase a su apartamento, invitándola.

—No, corría una maratón, gatita —se burló peinándose el pelo que le caía en la frente con las manos.

—Se levantó gracioso el chulito...—Lo miró sonriente, pero luego la expresión de Carla cambió, no había pasado la noche dando vueltas en la cama, ni había cruzado a su departamento por qué sí—. Perdón, pero necesito hablar. La cabeza no me para desde anoche. Empiezo a tener un diálogo mental que no se detiene y...

—¿Un café? ¿O quieres traer el mate? —La interrumpió Marcos mientras prendía la cafetera. Ya había descubierto que cuando su vecina se ponía nerviosa hablaba sin parar y no era hora para eso.

—Café está bien, gracias —respondió Carla sentándose en la barra.

—Bueno, a ver... ¿Qué es lo que te preocupa?

—No pude dormir bien pensando en el trato. —Carla no sabía de qué forma preguntar lo que pasaba por su mente, pero sabía que, si iban a avanzar en esto juntos, tenían que hablar sin prejuicios, ser sinceros el uno con el otro—.

—Aja, ayer quedamos en que me ocuparía de todo lo referido a los papeles y vos del viaje. —Marcos habló sin mirarla mientras acomodó las tazas para servir el café. Carla reflexionó en que lo mejor que podría pasarle en ese momento era que su vecino tuviera frío y se pusiera una camiseta. Con esa visión no podía pensar con claridad—. ¿Qué es lo que te preocupa ahora?

El gato de mi vecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora