La luz del sol se coló por la ventana y un haz de luz se posó sobre la frente de Marcos despertándolo. Giró sobre su cuerpo tapándose con las sabanas, pero no logró ocultar la luz y tomó conciencia de que no escuchó el despertador. Se sentó en la cama sobresaltado mirando la hora.
—¡Ni de vainas! ¡Me dormí! Estoy en la olla —gritó casi cayendo de la cama.
El pequeño animal, que había dormido toda la noche junto a él, abrió la boca bostezando.
El teléfono comenzó a timbrar y Marcos se estiró para agarrarlo de la mesa de luz, tirando todo sin encontrarlo. Revolvió las sabanas tapando al pobre gato debajo de ellas. Odiaba dormir poco. Su madre siempre le decía regañándolo que es una persona que necesitaba dormir ocho horas para no parecer drogado. Seguro, que así se debe ver en este momento, drogado de sueño. Por suerte, encontró el teléfono.
—Diga.
—Hola. ¿Qué tal? Mi nombre es Carla. Soy la dueña de un gato que creo que está en tu casa porque recibí un mensaje ayer desde este num...
—Sí, tengo el gato —contestó Marcos interrumpiendo el diálogo. Estaba apurado y dormido. Le parecían muchas palabras juntas, dichas muy rápido para esta hora—. Me tengo que ir a trabajar. Es más, estoy llegando tarde. Si podés pasar ya a buscarlo te lo agradecería.
—Dale, dame la dirección que ya voy... Pero... No sé si llego, si es muy lejos, no tengo auto. Voy en bici. Voy a tratar de apurar lo más posible.
—Carrer d'Astúries, 78. Es de Asturia y de la iglesia —respondió Marcos con voz de poca tolerancia.
—¿Ahí en la plaza de la Virreina?
—Sí, mi apartamento es el seis. —Un silencio flotó a través de la línea, solo una leve respiración del otro lado—. ¿Sigues ahí? —preguntó Marcos impaciente al ver que la chica no contestaba.
—¿Sos el vecino nuevo?
—¿Eh?
—Salí a la puerta un minuto, por favor. —Marcos se dirigió a la puerta y abrió. Estaba tan dormido y apurado que ni siquiera se puso una camiseta. Distinguió el apartamento de enfrente abierto y a una chica sorbiendo una infusión apoyada en el marco de la puerta. Parecía tener su edad, unos veintidós o veintitrés años aproximadamente.
Marcos sopló su flequillo que caía despeinado por su frente, tapándole los ojos, mientras miró de arriba a abajo a la chica. Era una belleza. Un poco pequeña de estatura comparada con él, su pelo de un rubio cobrizo le caía despeinado sobre los hombros, y sus ojos negros brillaban con una mirada entre triste y dulce, fue lo que más le llamó la atención de lo que vio.
Carla se ahogó con el mate escupiéndolo al ver a Marcos semidesnudo. Decir que estaba buenísimo le quedaba corto. No era el típico chico musculoso, pero le gustaba correr y andar en skate. En sus épocas del instituto había participado en varios torneos. Ahora ya no competía, pero le gustaba ir a algún skate park de vez en cuando. Al ver la reacción de la chica, Marcos se miró y no pudo ocultar una sonrisa engreída. Carla se puso roja.
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El gato de mi vecina
RomanceUn gato, una noche, una eliminatoria de futbol, dos latinos en Europa, un matrimonio arreglado... ¿Qué podría salir mal? 😸⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘😸 Marcos y Carla son vecinos en un edificio de Barcelona en el Barrio de Gràcia. Carla es Argent...