Barcelona. Hoy.
Al salir de su turno del museo, Carla vio a Marcos apoyado contra su auto esperándola. No sabía que estaría allí, por lo que la sorprendió su presencia. El sol iluminaba su figura haciéndolo parecer un poco más alto. Su pelo negro, siempre despeinado como si no le importase su aspecto, caía desordenado sobre los lentes de sol. Carla sintió un cosquilleo en su estómago, «No puede ser más lindo», pensó y corrió hacia el auto para abrazarlo.
—Hola —dijo besándolo suavemente en los labios—. ¡Que sorpresa!
—Salí recién del registro y se me ocurrió venir a buscarte para ir a casa. ¡Qué lindo lugar! —Marcos miró el gran edificio moderno que contrastaba con un antiguo jardín de bastantes hectáreas.
—Es muy lindo. Otro día te hago una visita guiada. ¿Todo salió bien?
—Todo perfecto. Ya solo falta ir el día de la ceremonia —contestó él con una sonrisa—. ¿Estás cansada?
—Más o menos. ¿Por?
—Ya lo verás —respondió Marcos subiéndose al auto y Carla lo siguió.
Al estacionarse, Carla vio un pequeño Skate park levantarse ante sus ojos y miró a Marcos un poco desconcertada. Había muchos chicos y chicas saltando y haciendo trucos por las escaleras, rampas y tubos. Bajaron del auto y Marcos abrió el baúl.
—Aquí vengo cuando salgo cansado del trabajo y quiero relajar. Tengo algo para ti. — Marcos sacó su Skate del auto y una bolsa grande con un moño.
—¿Y esto? —preguntó Carla sorprendida sacando un pequeño Skate lleno de colores de la bolsa.
—Un regalo. —Carla se quedó paralizada por unos segundos y la embargó una emoción que tenía guardada, reprimida, algo de felicidad mezclada con tristeza. Hacía mucho tiempo que alguien no le hacía un regalo genuino como el que le estaba haciendo Marcos, que no la sorprendían así.
—Me encanta. Es hermoso. Pero ya te digo que no sé andar. Nunca me subí a uno. Me voy a caer mil veces.
—Yo estaré para sostenerte. Ven acá —dijo Marcos cruzando su brazo sobre su hombro y llevándola hacia la pista.
Marcos le puso a Carla un pequeño casco que había dentro de la bolsa y la tomó de la cintura, ayudándola a colocarse arriba de la pequeña tabla. Primero la acompañó de pie soltándola de a ratos para que encontrara equilibrio y estabilidad. Carla tenía dibujada la sonrisa en los labios, se sentía feliz como una niña a pesar de trastabillar y no poder mantener el equilibrio. Se cayó mil veces como dijo y Marcos siempre estuvo ahí para levantarla. Hasta que al final logró avanzar sobre el Skate, el viento despeinando su pelo, haciéndole cosquillas en la cara y Marcos persiguiéndola detrás arriba de la otra tabla, riéndose los dos, disfrutando de un momento que hace mucho que ninguno de los dos experimentaba.
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El gato de mi vecina
RomanceUn gato, una noche, una eliminatoria de futbol, dos latinos en Europa, un matrimonio arreglado... ¿Qué podría salir mal? 😸⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘⁘😸 Marcos y Carla son vecinos en un edificio de Barcelona en el Barrio de Gràcia. Carla es Argent...