Capítulo XXIX

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Barcelona

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Barcelona. Hoy.

Al llegar al piso, Mary Luz los esperaba con una comida recién preparada. Marcos le había avisado por teléfono que llegarían tarde y no habían comido desde la mañana. Su estómago rugía.

—Amores, les hice una comida para chuparse los dedos —anunció mientras los vio asomarse por la puerta y se movía por la cocina.

—Gracias Madre. —Marcos la abrazó y le besó la cabeza.

—Hijo, hablé con tu padre. Pensé que le habías dicho sobre el casamiento... —lo reprendió Mari Luz mientras terminaba de poner la mesa y los chicos se sentaban—. Creo que metí la pata porque se enojó bastante por no estar al tanto.

—La verdad que no me interesa su opinión —contestó Marcos mientras Carla lo miraba intrigada y un poco nerviosa. Todavía no sabían si en el registro civil iban a aceptar el casamiento—. No hablé con él desde que llegué de Ciudad de México. Sabe que comencé a trabajar en la empresa, pero no fue capaz de llamarme para saber si había llegado bien o el avión se había caído en el mar.

—Marcos... ya sabes cómo es. Tiene problemas de comunicación pero te quiere. Y al fin de cuentas sigue siendo tu padre, con defectos y todo. El casamiento de un hijo es algo importante para un padre, no puede no saberlo.

—Lo sé, madre. Hablaré con él. Pero conste que lo hago más por ti que por mí.

—Gracias, mi hijo hermoso. —Mary Luz se levantó y lo besó apretándole los cachetes.

Carla se sintió mal por las palabras de Mary, primero por mentirle descaradamente, y, segundo, por sus propios padres. Para ellos, ella parecía no ser tan relevante. Solo había mantenido el vínculo con su madre desde que llegó a Barcelona a través de mensajes y alguna videollamada en ocasiones especiales. Pero hacía mucho que no hablaban, por lo que no le había contado nada del casamiento.

Y su padre, Dios supiera. Y mejor así porque no tenía ningún interés en seguir con el vínculo.

Cenaron los tres prácticamente en silencio interrumpidos por las preguntas de Maria Luz sobre la cita en el registro. Marcos y Carla se sentían agotados por todas las emociones que habían vivido en un mismo día. Y la conversación sobre el padre no había dejado a Marcos del mejor humor, tampoco a Carla.

Luego de cenar, Carla se levantó para ayudar a la madre de Marcos a levantar la mesa y lavar los platos.

—¿Quieren un café? —preguntó Mary Luz.

—Por mí no, estoy molido, solo quiero descansar.

—Gracias Mary Luz. Muy rico todo —agradeció Carla secándose las manos.

Se despidieron y cruzaron al apartamento de Carla. No estaba Laura para servir de coartada, así que tenían que seguir con la actuación. En verdad, ganas no les faltaban de estar juntos. Ninguno de los dos quería separarse del otro después del beso que habían compartido, se necesitaban, por lo que la situación les vino de maravilla.

El gato de mi vecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora