Capítulo XVIII

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Marcos volvió a su apartamento y la pizza ya se encontraba servida

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Marcos volvió a su apartamento y la pizza ya se encontraba servida. Comió poco y no pronunció palabra. Estaba preocupado por Carla, sabía lo que significaba todo esto para ella, no quería arruinarlo. Y lo había hecho, había metido la pata hasta el fondo, no podía negarlo. Aunque no había sido su intención. Pero como explicarlo... Luego de comer, salió al balcón y encendió un cigarrillo. Necesitaba serenarse y poner en orden sus sentimientos, era como si la preocupación se mezclara con un dejo de melancolía.

—Perdón parcero, ¿Hubo broca con la vecina? —preguntó Alejandro saliendo al balcón y haciendo señas a su amigo para que le convide fuego para su cigarrillo—. ¿Pasa algo entre ustedes?

—De eso era de lo que quería hablarte hoy —contestó Marcos, dando una pitada a su cigarrillo y pasándoselo a Alejandro para que prendiera el suyo—. Le ofrecí casamiento.

—¿Qué? Estás de broma...

—Es por los papeles, se le vence su residencia. Había hecho un trato con un profesor y el man resultó un aprovechador y un violento.

—Entiendo... pobre pelada. ¿Y usted? ¿Está tragado, parcero? —insinuó Alejandro sonriendo.

—No, parce —contestó Marcos no tan seguro—. Solo quiero ayudarla. Por eso quería hablar con usted esta noche para que me cuente su experiencia.

—Quédate tranquilo parce, mañana vamos al registro civil a pedir turno, a veces hay largas para conseguir fecha. Yo le explico todo el sistema. Y le salgo de testigo —contestó Alejandro palmeándole la espalda—. Para algo estamos los amigos... ahora voy a limpiar el problema. Me llevo a las chicas de aquí —finalizó guiñando un ojo a su amigo que le sonrió apesadumbrado. A Ale le gustaba la fiesta, el alcohol y las mujeres, lo que más de una vez le trajo problemas, pero era un amigo como pocos. El mejor que tenía y siempre contaba con él sin condiciones.

Marcos no entró ni para despedirse, dejando en claro a Marcia que las cosas ya se habían enfriado entre ellos. Y fue muy claro porque la chica se marchó sin chistar. Respiró hondo, la noche estaba cálida y estrellada, encendió otro cigarrillo buscando coraje para hablar con su vecina cuando sintió ruido en el balcón de al lado. Era Carla que salió a respirar aire y despejar su cabeza de la maraña de pensamientos que la asaltaban y no la dejaban dormir. Marcos se acercó a la baranda y la observó por un momento.

—Hola —murmuró

—Hola —contesto Carla, más tranquila o por lo menos con la guardia más baja.

—¿No puedes dormir? —Marcos estiró su brazo por encima de la baranda que separaba los balcones y le pasó su cigarrillo.

—No —contestó Carla un poco seca pero aceptando el cigarro. Dio una pitada mirando el cielo y se lo devolvió a Marcos que hizo lo mismo.

El silencio los rodeaba, pero no era un silencio tenso. Se escuchaban los ruidos de la noche, unos ladridos de perro, los autos pasar por la calle, una sirena de policía a lo lejos, el viento suave moviendo la copa de los árboles.

El gato de mi vecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora