36: Enemigo del sol.

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—¡Oh vamos ojos de aceituna, no seas nena! —exclamé riendo mientras brincaba sobre la cama, obligándolo a salir ahora mismo de entre esas sanabas deliciosas.

Me miró con el ceño fruncido, de manera divertida y meneó la cabeza, indignado de mi comentario—. La nena eres tú —reprochó.

—¿Yo? —arqueé ambas cejas y me señalé, deteniendo abruptamente mis brincos.

—Sí.

Vaya, que hombre tan más inmaduro, joder, pero lo amo tanto. Me dejé caer de rodillas a su lado, y puse mi mejor cara de cachorrito.

—Quiero ir a la playa —sonreí.

—Cass —suspiró y obviamente sabía por qué no quería ir, y era precisamente porque Jack Johnson y el señor sol, no son muy buenos amigos, porque a pesar de tener esa piel dorada perfecta, de aspecto cremoso y aterciopelado, la realidad es que a Jack Johnson se va muy mal con el sol, principalmente a medio día, asegura que se pone tan rojo como un tomate y que la ropa comienza a picarle.

—Vamos —lo miré tiernamente—. Por favor. Puedes quedarte bajo una sombrilla.

Bufó rendido y desvío la mirada de mis ojos—. Exigiré premio al final.

—Trato.

Ambos bajamos por el ascensor, nos dirigimos a la playa, él colocó la sombrilla en cuanto encontramos el lugar perfecto para estar, por otro lado, yo, me quité la blusa quedando en mi bañador, tenía tantas ganas de darme un buen baño de sol a pesar de saber las consecuencias que tendría en un futuro y que en definitiva mi piel me cobraría factura, extendí la toalla sobre la arena y de mi bolso saqué el bronceador.

Me coloqué en los brazos. Pecho y abdomen.

—Jack, ¿podrías? —le extendí el frasco con bronceador una vez que lo observé bajo la sombrilla, con sus lentes de sol y el torso desnudo, el aire alborotaba su cabello miel y se veía jodidamente más sexy de lo que ya es.

Asintió y lo tomó, le di la espalda y sentí sus manos inmensas sobre la parte trasera de mis piernas mientras que el aceitoso bronceador comenzaba a cubrir mi piel, como sin pudor sus manos acariciaron mi trasero y como de ahí subió a mi espalda enviando corrientes lujuriosas por todo mi ser, la manera en que me estaba aplicando el bronceador era poco inocente, me daba leves apretones posesivos y jadeantes, sentía sus ojos clavados en mí, como me devoraba con la mirada, y me gustaba.

—Me gusta tu cuerpo —siseó y sentí su cálida respiración contra mi oreja, acto que cortó mi respiración y le aceleró el corazón.

—¿S-sí? —tartamudeé.

—Si —afirmó y su boca atrapó el lóbulo de mi oreja flaqueándome las piernas, pero sus manos firmes, masculinas y hábiles me sostuvieron la cintura.

Me aparté encarándolo, y sin más deposité un beso en sus labios carnosos, en busca de interrumpir la bruma de lujuria que comenzaba a envolvernos.

—No sé porque no te gusta la playa —suspiré retrocediendo un paso, disfrutando cada rayo de sol que chocaba con mi piel.

—No dije que no me gustara, solo que el sol y yo somos enemigos —me respondió juguetón mientras tomaba asiento sobre la arena y se recargaba contra sus manos.

Lo miré, mientras que yo optaba por recostarme sobre mi toalla, se veía jodidamente caliente, con el torso fornido al aire, como su piel brillaba y como la relajación de apoderaba de su cuerpo.

—A mí me encanta. Un verano Michael me llevó con la familia de mi papá a la playa, y fue... fue un día genial.

El silencio de apoderó de nosotros y yo me recosté boca abajo, sintiendo calor del sol de una manera placentera, al cabo de unos cinco minutos, volteé a ver a Jack, y me llevé la sorpresa de sus ojos incrustados en mi cuerpo.

Ramé (PROXIMAMENTE NUEVA VERSION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora