P.O.V Vallolet
Escucho la triste melodía mientras veo el movimiento de las palas como levantan la tierra y la dejan caer amontonándose, tapando los cajones.
Habíamos tenido 6 bajas; 6 grandes lobos de esta manada, padres, hijos, personas que tenían seres queridos esperando su regreso a casa, pero gracias a mi ira, no habían podido cumplir sus promesas.
4 de los niños que rescatamos fallecieron en el viaje, su estado era muy deplorable.
Lamento no haber esperado, haberlos tratado en brevedad, no haberlos expuesto.
Los llantos, lamentos y dolor llegaban a mis oídos, a mi corazón; estremeciéndome.
Dejo caer la flor blanca de mis manos siendo seguida por todos, cubriendo por completo los bultos en el suelo, parecían pequeñas colinas de flores.
Al despertar todos estaban preocupados por mi pero yo quería saber qué sucedió.
Habíamos logrado salvarlos, Leonardo ya no sería un problema nunca más pero ¿a costa de qué?
¿Qué les diría a aquellas familias que lloraban rogado que esto sea una mentira?
Después del entierro todo fue como una bola de nieve, problemas tras problema.
Habían personas que no querían que los niños se quedarán en la manada, les tenían miedo, ellos no se sentían cómodos como les prometí, teníamos diversas discusiones con las otras manadas para acordar qué hacer con la Luna sangrante.
No podían seguir sin un líder pero tampoco nadie los quería recibir en sus manadas.
Teníamos constantes visitas de las familias afectadas por culpa de Leonardo, quienes venían a buscar a sus hijos y nos recriminaban el estado en el que se encontraban, como si fuera nuestra culpa.
Si hubieran sido más valientes, si los hubieran ido a buscar antes, esto no hubiera pasado.
Así, entre otras cosas, pasaron 2 semanas caóticas.
Mi hombro por fin se había recuperado y los hematomas eran casi imperceptibles, sin embargo aun mi cuerpo pedía clemencia, era lo que me ganaba por sobre exigirlo, por pelear con un alfa.
Trato de recordar lo que sucedió con Leonardo, solo pequeñas escenas venían a mi mente, todo lo de ese día me era muy confuso.
Lo único bueno de todo esto es que Pascal venía cada cierto tiempo para ayudar al curandero a ver a los niños.
No los podíamos llevar a la ciudad o sino pensarían que había abuso infantil y tendríamos muchos problemas, pero con las capacidades del curandero no bastaban para niños que no se podían transformar la gravedad que estaban era alarmante, fue allí donde Pascal fue nuestro salvavidas.
Golpetean mi puerta pero yo ya sabía quién era.
-Hablando del rey de Roma-. me giro viendo a Pascal con una bata blanca.
-¿Pensando en mí?-. levanta las cejas rápidamente causándome gracia.
Me entrega un café que agradezco y se sienta enfrente mio.
-Gracias, lo necesitaba con urgencia.
-¿Qué tal van las cosas?-toma del suyo también.
- ¿Cómo siguen los niños?
-La mayoría tienen un gran avance, lo que me preocupa es la desnutrición y el daño sicologico, necesitaran tratamiento.
-Lose, eso estamos viendo con los sabios, por lo menos tienen el apoyo de los padres, algunos se quedan acá para no dejarlos solos, creo que eso es lo mejor.
-¿Y León?
Sonrío.
León es mi pequeño rayito de luz, después del funeral un pequeño de ojos color chocolate me toma de la mano y a pesar de que había nubes en el cielo su pelo brillaba como el sol.
Al enterarse de su madre lloró desconsolado en mis brazos hasta que se durmió por lo que me lo lleve a la casa, esa noche yo tampoco quería estar sola.
Desde ese día que duerme conmigo, a pesar de que no querían que lo hiciera me era imposible desde que supe de él que ya me había encariñado.
Era al principio callado, lo comprendía, por lo que solo le hablaba sin esperar que él también lo hiciera, de a poco le comencé a sacar sonrisas seguidas de risas y finalmente pude escuchar su voz anteayer; una voz dulce, tímida y hermosa.
-Está en la habitación acostado, es malo para levantarse temprano-. sonrío al imaginarlo arropado.
-¿Y con Adair?
-¿Adair?-. me sorprendo al escuchar su nombre.
Cada vez que lo veía, algo en mi se emocionaba, me ponía nerviosa y quería acercarme a hablarle.
El solo hecho de sentir su mirada me estremecía, sus ojos me cautivaban.
No sabia que me pasaba pero desde que desperté en la camilla con él al costado mio acariciándome la mano con tanta ternura, mirándome de una forma llena de amor y tan protectora que ya no se como actuar enfrente de él, siento como si escuchara mi frenético corazón.
-Que tierna, hasta roja te pusiste-. dice sonriendo con cierto deje de tristeza, quizás recordando a su mate, no me ha hablado mucho de ella solo me dijo que fue rechazado de una forma similar a la mía; sin conocerlo, sin dudarlo-. no puedo creer que aún no le hables.
-Es que han sucedido muchas cosas-. suspiro sabiendo que esa no es la verdad.
Se queda conversando un rato más sintiéndome relajada.
Lo acompaño hasta su auto y como si lo hubiéramos invocado aparece Adair cargando un saco de cemento en su hombro.
Al percatarse de mi olor se detiene abruptamente, pero se tensa al ver a Pascal.
-Espero que con esto baste para que hablen de una vez por todas-. Me giro a ver a Pascal quien sonríe y me besa cerca de la comisura del labio para después hablarme en el oído-. hasta acá escucho su corazón, suerte Vallolet.
Me acaricia el hombro y se sube al auto dejándome como tonta parada, quieta, mirándolo irse.
"Viene para acá" dice mi loba feliz.
Nuestros ojos se conectan y me estremezco al sentir la intensidad de su mirar.
Venía serio, sin despegar la vista de su objetivo; yo.
Al llegar escucho un leve gruñido que es interrumpido por mi jadeo.
-¿Cuánto tiempo tengo que esperar? ¿Cuantos celos más piensas causarme Vallolet?-. su voz es ronca y yo me siento derretir.- cuánto tiempo...- sus ojos se nublan, esta vez jalea él-. puedo escuchar tus latidos. Me miras de la misma forma en la que yo te veo justo ahora. Deja de tratarme como un niño.
Su mano se posa en mi nuca y me besa casi desesperado, ansioso.
El beso se torna más lento, más intenso, algo más especial, delicado, lleno de amor.
"Él es, Vallolet"
Ya lo sé, le digo mientras rodeo su cuerpo con mis brazos.
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Permíteme enamorarte
LobisomemOdiaba cuando causaba que mi corazón diera un brinco. Siempre me atacaba con palabras tiernas y miradas significativas que me confundían, no quería enamorarme y que después me deje cuando encuentre su mate, él aún era pequeño para poder entenderlo...