The Owl House (One Shots e Historias Cortas)

Secretos del mar (Winter/Huntlow) 2/3

Despertó sobre un suelo duro e incómodo, y frío, y húmedo. Pero respiraba. Estaba respirando. Sabía que estaba vivo porque le dolían los pulmones como nunca, lo cual tenía sentido después de haber estado a punto de ahogarse en agua salada.

Se apoyó sobre un codo y todo le dio vueltas. Volvió a dejarse caer, pero mantuvo los ojos abiertos. Estaba en una cueva. Veía el reflejo del agua bailando por encima de él. Había un orificio por donde entraba una luz tenue que iba y venía cada varios segundos. Levantó el brazo y miró su reloj. Quedaban horas para que terminase su permiso, y estaba en una cueva en mitad de la nada, y lo único que había conseguido era estar al borde de la muerte.

Se levantó de nuevo, esta vez más despacio. Era una cueva de tamaño considerable, pero no parecía demasiado accesible, solo el agujero del techo y quizá una entrada sumergida. Hunter frunció el ceño. Quizá quedara a la vista con la marea baja, pero aun así le parecía demasiado forzado haber acabado allí. La simple marea no podría haberle hecho quedar tan lejos del borde. No, alguien lo había llevado hasta allí. Se asomó al agua, unos centímetros por debajo del suelo en el que se encontraba. No podía ver el fondo. Tomó aire y metió la cara. Sin gafas de buceo y en penumbra, lo veía todo borroso y oscuro, hasta que...

Vislumbró una forma más clara que se acercaba a él. Entornó los ojos para ver mejor. ¿Un tiburón? ¿Un depredador? Fuera lo que fuese, ya estaba demasiado cerca para evitarlo aunque sacara la cabeza del agua. Soltó un quejido al tiempo que volvía a sentarse sobre el suelo. Se llevó la mano a la nariz con el flequillo chorreándole la cara.

—Ay... menudo golpe... —dijo una voz. Hunter se echó el pelo hacia atrás y se alejó del agua.

—¡¿Qu... Quién eres tú?! —La chica lo miró, aún frotándose la cabeza.

—Soy la que te ha salvado la vida. ¿A quién se le ocurre meterse en mar profundo en mitad de una tormenta? Te he traído algo de comer. —La chica puso una bolsa de tela empapada en el suelo. Hunter se acercó muy despacio. Aquella chica parecía de lo más normal, aunque... si se fijaba bien...

—¡¿Tienes branquias?! —La chica se metió en el agua hasta la nariz— ¡Tienes branquias! ¿Qué eres?

—¿Qué eres tú?

—Yo he preguntado primero.

—Y yo tengo que proteger a toda mi especie —Hunter se quedó mirando a la misteriosa chica durante un segundo y habló casi automáticamente.

—Soy un humano. Me dedico a la investigación biológica marina. Me metí en la tormenta porque necesito pruebas de que mi teoría no es un disparate antes de unas horas.

—¿Teoría sobre la existencia de las sirenas?

—No, más bien sobre... —Hunter se detuvo y volvió a mirarla con los ojos muy abiertos—. ¿Eres una sirena? —La chica suspiró y se alejó un poco de él. En el lugar donde había estado su cabeza, apareció una aleta enorme. Hunter acercó un dedo y, cuando estuvo a punto de tocarla, la aleta se hundió de nuevo.

—Es que... tengo cosquillas. —Hunter asintió. Se abrazó a sus rodillas y empezó a pellizcarse el brazo, luego se dio unos golpes en las mejillas y hundió la cara en las rodillas—. Hm... ¿estás bien?

—Creo que estoy alucinando. Las sirenas no existen.

—¡Te acabo de salvar la vida!

—Quizá en realidad estoy muerto y esto es el otro mundo —pensó Hunter en voz alta. Su estómago gruñó.

—Sí, muerto de hambre. Come. En serio —La sirena le acercó de nuevo la bolsa y se sentó a su lado, guardando las distancias.

Hunter se quedó mirando las escamas de su cola. Bajo aquella tenue luz, brillaban con suavidad en un color verde mar. Parpadeó y abrió la bolsa. Lo recibió un fuerte olor a pescado y algas, aunque la verdad, a esas alturas y en esas circunstancias, le daba igual lo que se echara a la boca, mientras que no lo matase.