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Un día normal, estaba en mi habitación tomando mis clases virtuales, de paso, también mi desayuno, arepa con queso blanco y chocolate caliente, en un descuido mío, derramé el chocolate en mis sábanas blancas, ese suceso lo conté en mis estados de WhatsApp, solía contar mi vida cotidiana ahí todos los días. Sam me respondió a ese estado.

—Hazte un Milo. —Dijo, cómo si fuera lo más liviano del mundo.

—Sólo me gusta el Milo con licuadora y no sé cómo encenderla. —Dije, era cierto, ¿Cómo hay gente que podía revólver el Milo en la leche con una simple cuchara? Sigue sabiendo a leche, en cuanto a lo otro, también era cierto, nunca aprendí a encender una licuadora, al menos no la de mi casa.

—Yo te enseño, pásame una foto de tu licuadora. —Dijo amablemente, inmediatamente bajé a la cocina para mostrarle los botones de mi licuadora, poco después, recibí respuesta.

—Primero vas a necesitar leche, Milo, obviamente y algo de azúcar.

—No me gusta con azúcar.

¿Cómo hay gente que le pone azúcar al Milo? Es decir, es polvo de chocolate, trae demasiada azúcar, cocoa y calorías, ¿por qué debería ponerle más azúcar? En fin.

—Bueno, entonces sin azúcar—Dijo con algo de sarcasmo— vas a poner ambas cosas en la licuadora y con este botón—Señala el botón con color celeste— vas a encenderla, procura ponerle la tapa para no derramar nada.

—Intentaré no morir en el intento. —Dije para después seguir sus instrucciones, afortunadamente, me quedó bien el Milo, un gran reemplazo para mi desayuno. —Me quedó muy bien, gracias. —Dije en tono divertido, de verdad estaba agradecida, pude haberme desmayado si no desayunaba.

—De nada, después vas aprendiendo más en la cocina, después lavar y hacer oficio—Dijo en un tono amable— A mis 10 años yo hacía todo eso.

—Eso sí lo hago, es muy fácil, lo que no hago es cocinar, se me da muy mal. —Dije divertida, a lo que él soltó una risa.

—Yo podría enseñarte, si quieres.

—Claro.

—¿Qué edad tienes? —Preguntó, siendo sincera, no quería decirle, la mayoría de personas siempre dejaban de hablarme cada que les decía mi edad, al parecer, ser pequeña implica tener retraso mental. Sarcasmo.

—Si te digo, ¿no te burlas?

—¿Por qué tendría que hacerlo?

—Tengo 11 años.

Así es, tenía 11 años cuando lo conocí, un 1 de junio en 2021, a tres meses de cumplir los 12 años. Claramente estaba en una etapa muy temprana, por así decirlo, me faltaba mucho por aprender y obviamente era inmadura, bueno, todavía lo soy, pero eso no implica que sea una especie extraña, una imbécil infantil, es decir, estaba en la pre-adolescencia, eso no me quitaba el derecho de poder hacer amigos, nunca entendí el porqué se alejaban de mí al momento de decir mi edad, ¡tengo sentimientos!

—Yo tengo 16, estás chiquita, nos llevamos 4 años. —Dijo confiado, la verdad, me molestaba que me dijeran chiquita, pero no era el momento de decirlo.

<<Seré cómo tu hermano mayor, voy a cuidarte, protegerte, enseñarte varias cosas, etc. Te cuidaré cómo mi hermano no me cuidó a mí, olvídate de amigos.>>

Solté una sonrisa, me agradaba esta imagen suya, me inspiraba confianza, este chico me caía muy bien.

—Me parece bien, de hecho, soy hija única. —Dije, ambos reímos.

Ese día, hablamos durante toda la mañana, ni siquiera presté atención a mi clase, aunque era de educación física, por ende, no importante. No hablamos de nosotros, tipo, nuestros colores favoritos o cosas cómo esas, hablamos del tema que surgiera, o de nuestros días, lo que teníamos por hacer, parecimos amigos de toda la vida, desde el primer día conectamos, irónico

Sam y Mariana: Una mala historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora