Tocaba diana a las siete y en el barracón A-7 nadie se levantó. Los miró y se preguntó en estos casos ¿Qué haría el viejo general Radoslav Sirjajev? Se rió, cogió la manguera contra incendios y los "regó" a todos, la levantada fue general.
-¡A la calle atajo de gandules, a ganarse el pan!- Le dijo chillándoles con el AK-47 en las manos.
La estampa era deprimente, cincuenta muchachos en boxes y mojados tiritando de frió en medio de la pista que había delante del barracón.
-¡Firmes! Señoritas soy el capitán Sergei Sergéyevich Davydenko y voy a hacer lo que nadie ha hecho hasta ahora con ustedes pedazos de mierdas, tocaros los cojones, y no consiento que nadie me los toque a mí. Y ahora un paso al frente cuando diga sus nombres. Silencio, aquí se habla si yo lo mando.- Oyó zumbido de moscas.
Siempre hay un simpático que mete la pata y esta vez no iba a ser una excepción. Se pensaban que estaban tratando con un mando más pero estaba vez era diferente, esos pobres muchachos iban a probar en sus propias carnes la manera de hacer un soldado que se estilaba antes de tirar el telón de acero.
-Y su mujer, ¿se los toca?- La risa fue general.
No podía consentirlo, si lo dejaba pasar se lo comerían vivo y él era dios para esos mocosos. Lo miró, lo agarró del cuello y lo sacó de la fila, lo puso delante de todos y le propinó un puñetazo que lo tiró al suelo.
-Doscientas flexiones poca mierda.- Le dijo pisándole el cuello. – Y ustedes a que esperan. ¡Al suelo! Doscientas flexiones.
El mandato fue llevado a término sin rechistar. No se oían ni las moscas. Una vez acabado pasó revista. Uno a uno fue conociendo su cara y su historial. Todos más o menos tenían el mismo parámetro. Muchacho de clase baja, de familia numerosa o que era abandonado en un reformatorio criado en la calle y que había llegado al ejército por la trabajadora social o por orden judicial al ser menor de edad cuando cometió el delito.
-Y ahora vamos a pasar el día meditando. ¡Firmes! Hasta que yo diga descansen.- Fue al barracón sacó una silla y se sentó.
El día fue pasando y a las tres horas se oyó en la formación.- Permiso para ir al baño, mi capitán, si no voy me lo voy a hacer encima.- Solo habían pasado tres horas.
Sergei se levantó despacio y despacio se puso a su altura y con una sonrisa le dijo- Permiso denegado pedazo de mierda, empiece a mear que yo le acompaño.- Y acto seguido se sacó su pene y le orinó los pantalones a la altura de la bragueta.- Ves ya no se nota si te meas. ¡Al suelo, doscientas flexiones, pedazo de maricón!
El muchacho lo miró con odio e hizo lo que se le ordenó. El solo le sonrió. Esperó a que terminase y al levantarse le propinó un sonoro bofetón. Acercó su cara al oído del muchacho y le susurró.- Te voy a hacer mi nena, te la voy a meter cada vez que me salga de los huevos, maricón.- Le pasó la punta de su lengua por el oído y al mirarlo le lanzó un beso.- ¡Dios como me pones de caliente!- Le dijo al tocarle el trasero. Volvió a su sitio y se sentó. Sabía minar a la gente.
A la hora de la comida pidió un bocadillo y una cerveza y se los tomó allí delante de ellos. Hacía un día helado. El general Dimitrije Kovačević pasó a eso de las cuatro y los vio allí en posición de firmes. Sergei lo saludó y se rió. El general estaba atónito solo él valía para eso. Estaba bien enseñado por el viejo.
Se metió la noche, el frío congelaba los huesos pero ellos seguían en la formación con su capitán sentado en la silla. Sergei pidió otro bocadillo y otra cerveza y como no, un anorak para pasar la noche. El general Dimitrije Kovačević volvió a pasar, a punto estuvo de decirle a Sergei que ya era hora de que terminase con la broma pero se contuvo y solo saludó dando las buenas noches.
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HISTORIA DE UN ENGAÑO
Romance¿ Qué sucedería si en una noche nevada de febrero llamara un hombre a tu puerta con un tiro en la pierna y unos ojos verdes que quitaran el sentido, lo pasarías a casa, le ayudarías? Alejandra Guzmán lo hizo y su vida cambio para siempre. A veces ha...