Parte sin título 21

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Epílogo

Soy Vanessa  Alejandra Sergéyevna Davidenkova  y empiezo este epílogo, el legado de mi madre para dejar constancia de nuestro amor por ellos. Fueron unos buenos padres y lo menos que podemos hacer es recordar nuestros mejores momentos y los que fueron claves en nuestras vidas.

Yo encontré a mi madre en la cama. Me extrañó que no se levantara temprano y nos esperara en la cocina preparando el desayuno con la muchacha, al fin y al cabo era el décimo aniversario de la muerte de papá y estábamos todos sus hijos.  Estaba acostada en la cama con el vestido negro que se compró una semana antes y su pelo estaba arreglado. Esa misma tarde había llamado a la peluquera para que se lo cortara y la peinara. Desde que murió papá iba de luto y su pelo volvió a ser blanco. Decía que su vida ya no merecía  la pena, lo único que la ataba a este mundo ya se había ido. Estaba fría, con el semblante tranquilo abrazada a la bandera de mí padre y en su cuello tenía su camafeo, sus anillos y el anillo de papá y el chupete. Quiso llevárselos y se los llevó.

Lo hizo a conciencia,  cuarenta ansiolíticos de los más fuertes, que mi hermana Sheila le había recetado para sus depresiones. Se  lo advirtió.   " No te tomes más de dos al día". Con casi media botella de vodka, un coctel perfecto.

Como ella siempre pidió, fue velada en el mismo salón que mi padre, el salón de actos del edificio de mando.  Solo la familia ni autoridades ni políticos cumplidores, ni militares en acto de servicio. Y así se hizo la familia, todos los amigos  y más de media academia con ropa de calle, ni un solo uniforme. Ya nos lo había dicho y recalcado. "Como vea un solo uniforme me levanto y me voy."

Ella solamente se ocupó del hombre, al soldado no podía ni verlo. Siempre lo culpó de su vida deprimente en este lugar deprimente, lejos de su casa. La bandera de Serbia ondeó a media asta, ella era ni más ni menos que la viuda del comandante general Sergei Sergéyevich  Davydenko.  Pero ese día no ondeó sola, Misha mandó poner al compás la bandera española. Su bandera la que le regaló Alonso y colgó en la entrada de la puerta de casa. Esa bandera que mi padre al regresar al medio día de estar con sus muchachos soltó y recogió. Buena se la armó mi madre."Es mía y es lo único que tengo de España y se va a quedar en la puerta o cojo a mis hijos y me vuelvo a casa, a España porque estoy de este lugar deprimente hasta las narices." Mi padre entre la espada y la pared intentó una medida salomónica. "Sasha vida mía  ponla dentro, en el comedor si quieres, no puedes ponerla fuera esto es un cuartel y solo ondea una bandera." Ella la recogió,  la guardó en un cajón le puso la comida a sus hijos cogió las llaves del coche y se fue, volvió cerca de la hora de la merienda. No dijo nada, no le habló a mi padre en todo lo que quedó de día. Cuando mi padre volvió al día siguiente al medio día de estar con sus muchachos en la ventana del dormitorio había colgado mi madre una fila de cuatro macetas con claveles rojos, abajo dos filas de cuatro macetas de claveles amarillos y una cuarta fila de cuatro macetas de claveles rojos y para comer... paella. Mi padre no dijo nada solo los miraba y se reía. Todavía están en la ventana de su habitación.

Siempre los envidié, siempre fueron el espejo donde reflejar mi matrimonio con Misha. Nunca los oí discutir, ni insultarse.  Tenían sus diferencias claro como todo el mundo pero mamá siempre supo dialogar nunca usó una palabra más alta que la otra  y papá siempre se dejaba convencer con una sonrisa. Ahora cuando papá decía su "no hay más que hablar" no se hablaba más, punto.

Le tocó a mi marido arreglar todo el sepelio,esta vez sí estaban todos sus hijos. Y esta vez todo el que quiso decir algo de mi madre si dijo lo buena madre, esposa o amiga que había sido. Las palabras no se las llevó el viento. Para todos ha sido un golpe muy duro porque lo de papá lo esperábamos, más temprano que tarde pero lo esperábamos pero esto no lo imaginábamos ninguno. Nos engañó bien a todos, a mi Sheila le lloraba,  le decía que no tenía ganas de nada que no podía dormir que necesitaba unos buenos calmantes. A mí también me engañó hacia planes conmigo para llevar esta academia decentemente, estábamos detrás de intentar conseguir nuevas incubadoras para el ala de maternidad,ahora creo que me tendré que valer por mí misma y echaré mano de mi cuñada Marija, al fin y al cabo está llamada a ser la siguiente mano derecha y tengo que seguir enseñándola.

HISTORIA DE UN ENGAÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora