Parte sin título 24

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Ya hemos terminado espero que el final no os decepcione y os guste. Gracias por llegar conmigo hasta el final. Muchos besos de rana.

Soy Sergei Sergéyevich Davydenko, el quinto hijo de mi madre y el hijo de mi padre, como me dice mi Cuñado Mihailo. Cuentan mis hermanos mayores que papá al ver el vídeo de mi ecografía cuando mamá iba de cuatro meses en la tele de cincuenta pulgadas del salón lloró. Se abrazó a Jose y lloró al verme mover la colita. "Es un niño, voy a tener un hijo" les dijo a mis hermanos, ellos lo comprendían y se alegraron por él.

También me contaron que fue tan grande la pelea que tuvieron los dos que mamá estaba tan destrozada que decidió abortar lo que llevaba dentro. Papá había cogido su alma y la había hecho jirones, gozando con cada insulto, con cada menosprecio, ella ya no era nada, ya no le importaba. Como le decía Alfredo durante años, " eres escoria, un cero a mi izquierda". Papá había desgarrado esa alma y luego la había pisoteado. Al oír la grabación y volver tímidamente los recuerdos a su cabeza, deseó morir. ¿Qué había hecho, qué le había hecho a su mujer? Volvió como un mártir arrepentido, invocando, suplicando un perdón que no merecía por el agravio que había cometido, pidiendo que no lo hiciese. Ella recogió su alma y la guardó, lo miró y le preguntó a su corazón. ¿Como sabes que es tuyo, por una grabación, y si ya estaba embarazada antes de sacarte de la piscina? Su corazón calló. Se lo preguntó otra vez al día siguiente con el alma hilvanada y el orgullo de papá volvió a callar su corazón, ella lo echó de su lado. Si el corazón de mi padre no confiaba en ella, en los ojos seguiría el mismo insulto, puta. Mi padre al llamarlo Vanessa decidió volver y al ver la ecografía se quedó, su cabeza fría pensó." Si hay dos bolsas hay el doble de posibilidades de que sea niño." Pero mama esperaba en silencio que su corazón hablara, lo hizo casi al mes con la boca pequeña. "He cambiado, confía en mí". Mama cosió su alma y la usó de escudo, lo miraba en silencio y esbozaba media triste sonrisa.

Cuando salí de mi madre me cogió envuelto en una toalla y al ver su cara en mí lloró, miró a mi madre y su corazón habló por él," con los ojos cerrados" mamá solo le sonrió. Cuando salió mi hermana no estaba, lo encontraron en el salón conmigo en brazos repitiendo, " eres mi legado, eres el siguiente, todo un Sergei Sergéyevich Davydenko". Y lo soy, soy el hijo de mí padre.

Siempre fue cariñoso conmigo, yo ponía la sonrisa de mamá y él claudicaba, pero también duro cuando tenía que estudiar, aunque benévolo con mis travesuras. Le dolió que quisiera ser como él, pero era un orgullo. ¿Qué esperaba? Con diez años ya sabía disparar, montaba y desmontaba su pistola y su Kalashnikov con los ojos cerrados, me escondía de mi madre para que no me viera el moratón que el Kalashnikov me hacía en el hombro. Era mi héroe, lo pintaba siempre con su Kalashnikov o su cuchillo matando enemigos. Cuando el profe preguntaba yo respondía." Es mi padre", hasta que el profe llamó a papá y papá le dijo que yo veía muchas películas americanas, a solas me confesó. "Nadie tiene que saber a lo que me dedico, es un secreto". Mis amigos tenían sus héroes de mentira, el mío me daba las buenas noches con un beso. Me pintaba la cara cuando nos íbamos de caza los dos solos. Me enseñó a matar ciervos a cuchillo, a sobrevivir en las montañas heladas. Cuando cumplí los dieciséis ya sabía de logística mas que muchos sargentos. Me hizo hacer la carrera de telecomunicaciones e informática y entrar de sargento, a las órdenes del capitán. Davanovic. No se fiaba de nadie más. Pasé la academia, todas las pruebas incluso las misiones a las que nos llevaban. Mi cuñado alardeaba de suegro, yo odiaba que quisieran que me pareciera a mi padre. Mi padre era dios y yo por aquel tiempo solo un mísero aprendiz.

Como tuvo el arrojo de violarme, le correspondía al capitán Davanovic pero no le dio el placer de vengarse, con una "ducha" le bastaba. Me lo hizo con gusto,con superioridad, con sadismo que me doliese al disfrutar, jadeaba al desahogarse, él era dios, que no se nos olvidara a ninguno de los dos. A los dos días cuando volví lo abracé, era mi padre pero era algo más era mi superior, mi general, él mandaba y yo acataba.

HISTORIA DE UN ENGAÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora